Lucas, el lobo bondadoso


Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un lobo amigable llamado Lucas.

Lucas no era como los demás lobos que asustaban a la gente, él era simpático y siempre estaba dispuesto a ayudar a los habitantes del pueblo. Un día, la mamá de Caperucita le pidió que llevara una cesta con comida a su abuela enferma que vivía al otro lado del bosque. Pero Caperucita no quería ir.

Estaba asustada por los cuentos que había escuchado sobre el lobo feroz que podía acechar en el bosque. "Mamá, no quiero ir sola al bosque. Tengo miedo de encontrarme con el lobo", dijo Caperucita con voz temblorosa.

La mamá intentó tranquilizarla diciendo: "No te preocupes, cariño. El buen Lucas nos ha prometido cuidarte en el camino". Caperucita dudaba, pero finalmente aceptó después de que su madre le asegurara que estaría segura con la compañía del amable lobo Lucas.

Así fue como Caperucita y Lucas emprendieron juntos el viaje hacia la casa de la abuela. En el camino, Lucas le contaba chistes y anécdotas divertidas para hacer reír a Caperucita y calmar sus nervios.

Poco a poco, ella comenzó a darse cuenta de que Lucas no era como los lobos malvados de las historias. De repente, mientras caminaban por el sendero del bosque, escucharon un ruido extraño proveniente detrás de unos arbustos.

Se detuvieron y vieron salir a un cazador con su escopeta al hombro. "¡Alto ahí! ¿Qué hace este lobo aquí con esa niña?" gritó el cazador sorprendido. Lucas se adelantó y explicó: "Tranquilo amigo cazador, soy Lucas, un lobo diferente.

Estoy acompañando a Caperucita para asegurarme de que llegue sana y salva a casa de su abuela". El cazador se quedó perplejo ante lo que veían sus ojos. Nunca antes había visto algo así.

Después de escuchar la historia del amistoso lobo Lucas, decidió acompañarlos hasta la casa de la abuela para garantizar su seguridad. Al llegar allí, la abuela recibió felizmente tanto a Caperucita como al inusual grupo compuesto por un lobo bondadoso y un amable cazador.

Todos compartieron una tarde maravillosa juntos mientras disfrutaban las delicias preparadas por la mamá de Caperucita.

Desde ese día en adelante, todos en el pueblo aprendieron una valiosa lección: no juzgar a alguien por cómo luzca o por lo que dicen las historias; cada ser merece ser conocido por sus acciones y bondad interior. Y así fue como Caperucita descubrió nuevos amigos en lugares inesperados y aprendió a superar sus miedos gracias al apoyo incondicional de aquellos dispuestos a demostrarle lo contrario.

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