Lucas, mi amor especial
Había una vez una niña llamada Rosa que siempre deseó tener un hermano. Rosa insistió mucho en tener un hermanito y logró convencer a sus padres.
Ella estaba muy emocionada, ya que por fin tendría a alguien con quien jugar, conversar y no estar sola. Un día soleado, llegó el tan esperado día en el que nació su hermanito, Lucas. Rosa corrió hacia la habitación del hospital y se quedó mirando al pequeño bebé con mucha curiosidad.
Pero algo era diferente en Lucas: no respondía cuando Rosa le hablaba o intentaba jugar con él. Rosa notó que su hermanito actuaba de manera distinta a los otros niños de su edad.
No le gustaba el ruido fuerte ni las luces brillantes; prefería estar solo y repetir ciertas acciones una y otra vez. Los padres de Rosa le explicaron que Lucas tenía autismo, lo cual significaba que veía el mundo de una forma diferente.
Al principio, Rosa se sintió confundida y triste porque pensaba que su hermano no quería pasar tiempo con ella. Pero después de hablar con sus padres y leer algunos libros sobre el autismo, comprendió mejor cómo podía ayudar a Lucas.
Decidió ser la mejor hermana mayor para él. Aprendió sobre las cosas que le gustaban a Lucas: los colores brillantes, los sonidos suaves y las texturas interesantes.
Comenzaron a jugar juntos usando juguetes sensoriales especiales que estimulaban sus sentidos sin abrumarlo. Rosa también aprendió cómo comunicarse de manera diferente con Lucas. Descubrió que si hablaba despacio y usaba gestos simples, su hermano podía entenderla mejor.
Aprendió a ser paciente y a esperar a que Lucas respondiera cuando él se sentía listo. Un día, Rosa decidió llevar a Lucas al parque para jugar con otros niños. Al principio, Lucas se sintió abrumado por el ruido y la cantidad de personas, pero Rosa estuvo allí para apoyarlo.
Le mostró cómo hacer amigos y lo animó a unirse a los juegos. Poco a poco, Lucas comenzó a sentirse más cómodo en situaciones sociales y disfrutaba pasar tiempo con otros niños.
Rosa estaba muy orgullosa de su hermanito y de todos los logros que había alcanzado. A medida que crecían juntos, Rosa se dio cuenta de que tener un hermano con autismo no era algo malo.
Aprendió sobre la importancia de aceptar las diferencias de las personas y valorarlas por quienes son. Rosa también aprendió mucho sobre sí misma en este proceso. Se convirtió en una niña compasiva y empática, dispuesta siempre a ayudar a los demás.
Con el tiempo, Rosa se dio cuenta de que su hermano tenía muchas habilidades especiales debido al autismo. Tenía una memoria increíble para los detalles, era creativo e imaginativo como nadie más.
Rosa decidió compartir la historia de su hermanito con sus amigos en la escuela para enseñarles sobre el autismo y cómo tratarlo con respeto y amabilidad. Desde ese momento, todos comenzaron a entender mejor lo que significaba tener autismo y cómo pueden apoyar e incluir a las personas diferentes en sus vidas diarias.
Así fue como Rosa descubrió que tener un hermano con autismo era una bendición. Aprendió a amarlo, aceptarlo y valorar todas sus cualidades únicas.
Y juntos, Rosa y Lucas demostraron al mundo que el amor, la paciencia y la comprensión son las claves para construir relaciones fuertes y hermosas, sin importar nuestras diferencias.
FIN.