Lucas y el Jardín de los Sueños
Había una vez un niño llamado Lucas que era muy travieso. Desde pequeña, su curiosidad lo llevaba a explorar todo lo que lo rodeaba, a veces causando más de un lío en el camino. Un día, mientras correteaba por el parque del barrio, Lucas descubrió una puerta pequeña y desgastada entre dos arbustos. Intrigado, se acercó y, al abrirla, se encontró con un jardín mágico lleno de colores vibrantes y criaturas fantásticas.
"¡Wow! ¡Qué lugar tan increíble!" exclamó Lucas, con los ojos deslumbrados.
En medio del jardín había una mariposa gigante que, al notar la presencia del niño, se acercó volando. "Hola, pequeño travieso. Soy Valeria, guardiana de este jardín. ¿Qué haces aquí?"
"Vine a explorar. ¡Todo es tan bonito!" respondió Lucas, entusiasmado.
Valeria sonrió y dijo: "Este jardín está lleno de sueños que esperan ser cumplidos, pero también de responsabilidades. Solo aquellos que son amables y respetuosos pueden disfrutar de sus maravillas. ¿Estás dispuesto a ayudarme a cuidar este lugar?"
Lucas lo pensó un momento. Su naturaleza traviesa le decía que tal vez podría usar el jardín para hacer travesuras, pero algo dentro de él sentía que podía ser algo especial. "¡Sí, claro! Quiero ayudar. ¿Qué debo hacer?"
Valeria le mostró un pequeño grupo de flores marchitas. "Estas flores están tristes y necesitan tu atención. Si cuidas de ellas, te regalarán un sueño que podrás cumplir. Pero cuidado, Lucas, si te distraes o no cumples con tu deber, las flores dejarán de florecer y el jardín se marchitará."
Lucas, un poco dudoso, aceptó el desafío. Todos los días después de la escuela, iba al jardín, regaba las flores y les hablaba de sus aventuras. Las flores comenzaron a florecer nuevamente, llenando el jardín de colores y fragancias.
Un día, mientras lo hacía, se encontró con un pequeño duende llamado Timo, que parecía un poco triste. "¿Qué te pasa, amigo?" preguntó Lucas.
"No puedo encontrar mi gorra mágica, y sin ella no puedo volar. La perdí el otro día cuando estaba jugando con los otros duendes y ahora no sé qué hacer", respondió Timo con un suspiro.
Lucas, recordando que había prometido cuidar del jardín, sentía un deseo de ayudar. "No te preocupes, Timo, yo te ayudaré a encontrarla. Todo lo que tenemos que hacer es buscar juntos.”
Los dos amigos comenzaron a investigar, revisando debajo de las hojas, detrás de las piedras y alrededor de los árboles. Sin embargo, couldn’t encontrar la gorra mágica. Frustrado por no poder ayudar, Lucas se sentó en una piedra. "Tal vez no soy suficiente para esto..."
Pero Timo le dijo: "No te desanimes, Lucas. A veces, la respuesta está justo delante de nuestros ojos. Piensa en cómo a las flores les diste amor y cuidado. ¿Puedes aplicar lo mismo aquí?"
Lucas sonrió al escuchar lo que Timo le dijo y se le ocurrió una idea. "¿Qué tal si le hablamos a las flores? Ellas podrían saber dónde está tu gorra.”
Timo levantó la mirada, entusiasmado. "¡Buena idea! Vamos a intentarlo!"
Juntos, comenzaron a hablar con las flores, contándoles lo que sucedía. Al poco tiempo, una flor amarilla comenzó a brillar intensamente. "La gorra de Timo está cerca de la fuente, escondida entre las rocas”, dijo la flor.
"¡Gracias, flor! Vamos a buscarla!" gritó Lucas. Fue hasta la fuente y, efectivamente, encontró la gorra entre las piedras.
"¡Lo lograste! ¡Eres un gran amigo, Lucas!" exclamó Timo, emocionado.
"No lo habría hecho sin tu ayuda también. ¿Ves el poder de trabajar juntos?" respondió Lucas con una gran sonrisa.
Desde aquel día, Lucas aprendió que ser travieso no está mal, pero que también hay que ser responsable y ayudar a los demás. Colaborando con Valeria y Timo, el jardín se volvió aún más hermoso, y él también se sentía más feliz.
Y así, Lucas y sus amigos siguieron cuidando del Jardín de los Sueños, compartiendo aventuras y enseñando a otros sobre la importancia de la amistad y la responsabilidad. De vez en cuando, se permitían alguna que otra travesura, sabiendo que el verdadero tesoro era el tiempo que compartían juntos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.