Lucas y el juego de palabras mágicas
Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pueblo pequeño donde todos los habitantes amaban leer. Sin embargo, Lucas no disfrutaba mucho de la lectura porque siempre encontraba difícil entender las historias.
Una mañana en la escuela, su maestra, la señorita Rosa, entró con una enorme caja llena de letras de colores. Todos los chicos miraban con curiosidad.
"Hoy vamos a jugar a un juego especial de palabras", anunció la señorita Rosa. "Se llama 'Palabras Mágicas' y nos ayudará a comprender mejor las historias".
La emoción recorrió el aula, pero Lucas sintió un nudo en el estómago. Pensó: '¿Y si no entiendo el juego tampoco?'.
Cuando la señorita Rosa explicó las reglas, Lucas escuchó con atención. El juego consistía en formar palabras, crear frases y luego unirlas para contar una historia. Al principio, le costó un poco, pero pronto se sintió más confiado.
"¡Yo quiero intentarlo!", gritó Lucas mientras se acercaba a la mesa de letras.
"¡Adelante, Lucas! Estamos todos con vos!" lo animaron sus amigos.
Lucas tomó algunas letras y formó la palabra 'perro'. Luego, usó 'corre' y finalmente, 'feliz'. Con esas palabras, armó la frase: 'El perro corre feliz'. Todos aplaudieron entusiasmados.
"¡Bien, Lucas! ¡Lo hiciste excelente!", le dijo su mejor amigo, Tomás.
Nervioso pero decidido, Lucas continuó jugando y al final de la clase había creado cinco pequeñas historias. Nunca se había sentido tan bien. Al terminar el juego, la señorita Rosa les propuso un desafío.
"El próximo miércoles, voy a contarles un cuento, pero sólo si pueden inventar una historia a partir de lo que disfrutaron del juego de hoy".
Los días pasaron rápidamente, y Lucas no podía dejar de pensar en el desafío. Aunque al principio dudaba, comenzó a practicar en casa. Cada vez que encontraba una palabra o una frase que le gustaba, la anotaba en un cuaderno. Sintió que las palabras comenzaban a cobrar vida.
Finalmente, llegó el miércoles. Todos los niños estaban ansiosos.
"¡Estoy listo!", se decía Lucas, mientras revisaba sus notas.
Cuando llegó su turno, Lucas se puso de pie frente a la clase. Su corazón latía rápido, pero se acordó de los momentos divertidos que había vivido jugando.
"Hoy les voy a contar una historia sobre un perro que descubre un mundo mágico en su jardín!", empezó Lucas.
Mientras narraba, sus compañeros se mantenían atentos, algunos hasta se tapaban la boca de la sorpresa. Lucas describió cómo el perro encontraba un túnel que lo llevó a un bosque lleno de criaturas fantásticas.
Cuando terminó, la clase estalló en aplausos.
"¡Lucas, fue increíble!", gritó Valentina. "Tenés un gran talento para contar historias".
El sonrojo llenó las mejillas de Lucas. Se dio cuenta que la lectura y las historias no eran tan difíciles como pensaba. Desde ese día, comenzó a leer más cuentos, se unió al club de lectura de la escuela y descubrió que había un mundo entero lleno de aventuras por descubrir.
Así, Lucas aprendió que, a veces, solo necesitamos un poco de magia y un juego especial para hacer que las cosas que parecen difíciles se vuelvan divertidas y emocionantes. Y, claro, toda la comunidad del pueblo siguió apoyándolo en cada uno de sus logros, porque en ese pequeño rincón del mundo, todos creían en la importancia de leer y contar historias.
FIN.