Lucas y el Mercado Mágico
Había una vez un niño llamado Lucas, que tenía 5 años. Lucas era muy curioso y le encantaba explorar. Un día soleado, su mamá le dijo:
"Lucas, hoy vamos al mercado. ¿Querés venir conmigo?"
"¡Sí, mamá! Quiero ver qué hay de nuevo y ayudar a elegir las frutas."
En el camino al mercado, Lucas iba contando cuántos pasos daba. Con cada paso, decía:
"Uno, dos, tres... ¡Voy a contar hasta diez!"
Cuando llegaron al mercado, Lucas quedó impresionado. Había frutas de todos los colores: rojas, amarillas, verdes y moradas. Justo en ese momento, los habitantes del mercado empezaron a hablar. ¡Era un mercado mágico!
Un viejo vendedor con una larga barba blanca se acercó y le preguntó:
"Hola, pequeño. ¿Te gustaría ayudarme a contar las frutas?"
"¡Sí! Me encanta contar," respondió Lucas emocionado.
El vendedor le mostró una cesta llena de manzanas rojas y le dijo:
"Si tienes 5 manzanas y yo te doy 3 más, ¿cuántas manzanas tendrás en total?"
Lucas pensó un momento y dijo:
"Cinco más tres son... ¡ocho!"
El vendedor sonrió y le entregó las 3 manzanas.
"¡Buen trabajo, Lucas! Ahora ayúdame a elegir las mejores naranjas. Elige 4 naranjas, por favor."
Lucas empezó a seleccionar las naranjas, pero de repente vio a un niño solo al final del puesto, llorando.
"¿Por qué lloras?" le preguntó Lucas al niño.
"No tengo naranjas para jugar. Todos se ríen de mí," respondió el niño con tristeza.
Lucas pensó en cuántas naranjas él había elegido y decidió:
"Voy a darle una de mis naranjas. Así podré jugar con él y no se sentirá solo."
Lucas se acercó al niño y le dijo:
"¡Hola! Yo tengo muchas naranjas, ¿quieres jugar conmigo? Te puedo dar una. Así, podremos jugar juntos y a nadie le gustaría estar solo."
El niño sonrió y aceptó la oferta:
"¡Gracias, Lucas! ¡Me encantaría jugar contigo!"
Así, los dos niños comenzaron a jugar y a hacer malabares con las naranjas, riendo y divirtiéndose. Lucas se sintió muy feliz de ayudar al otro niño.
Después de un rato, regresó al vendedor de frutas:
"Señor, ahora tengo 3 naranjas porque le di una a mi nuevo amigo. ¿Me puede ayudar a contar cuántas naranjas tengo?"
"Por supuesto, Lucas. Si tenías 4 y le diste 1, quedan... tres. ¡Muy bien!"
Lucas estaba orgulloso, no solo por contar, sino también porque había hecho un nuevo amigo. Cuando terminaron de comprar, la mamá de Lucas le dijo:
"Hiciste un gran trabajo ayudando y compartiendo, Lucas. Estoy muy orgullosa de vos."
"¡Gracias, mamá! Aprendí a contar y también que es bueno compartir."
Al final del día, Lucas regresó a casa con su mamá y un corazón lleno de alegría, sabiendo que contar frutas y hacer amigos era lo más mágico de todos. Y así, cada vez que contaba algo, recordaba que compartir con los demás lo hacía feliz.
FIN.