Lucas y el monstruo de la montaña Ivy



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Lucas. Era un niño curioso y siempre estaba dispuesto a explorar nuevos lugares. Un día, mientras caminaba por el sendero que conducía a la montaña, decidió aventurarse un poco más allá de lo habitual.

Mientras subía, Lucas escuchó un sonido peculiar que parecía un suspiro profundo. Al acercarse, se encontró con una gran cueva adornada con flores silvestres de colores vibrantes. Intrigado, se asomó, y para su sorpresa, vio a Ivy, un monstruo perezoso rosado que dormía sobre un montón de hojas.

"Hola, ¿estás bien?" -preguntó Lucas, un poco asustado pero curioso.

Ivy abrió un ojo y, con voz somnolienta, le respondió:

"Sí, solo estoy disfrutando de una siesta. Nadie suele venir por aquí, así que estoy un poco aburrido."

Lucas, sintiendo pena por el monstruo que parecía solitario, decidió presentarse.

"Soy Lucas. ¿Te gustaría que jugáramos juntos? Te prometo que tengo muchos juegos divertidos."

Ivy se estiró, sorprendida por la amabilidad de Lucas.

"¿Jugar? Nunca había pensado en eso... Pero sí, me gustaría. ¿Qué juegos tienes?"

Lucas le habló sobre sus juegos preferidos: escondidas, correr, y hasta contar historias. Ivy se animó y juntos pasaron la tarde jugando y riendo. Lucas se dio cuenta de que, a pesar de la apariencia de Ivy, era un gran amigo.

Con el paso de los días, Lucas comenzó a visitar a Ivy con frecuencia. La amistad floreció y ambos aprendieron el valor de la amabilidad y la compañía. Sin embargo, un día, mientras jugaban, Ivy miró el cielo y suspiró:

"Me gustaría ser un poco más activo. Pero soy muy perezoso y me aterra salir de la montaña."

Lucas sintió que era tiempo de ayudar a su amigo.

"No te preocupes, Ivy. Te ayudaré a descubrir cosas nuevas. Vamos a explorar juntos."

Ivy dudó un poco, pero al ver la determinación en los ojos de Lucas, decidió intentarlo. Con un plan en mente, Lucas llevó a Ivy fuera de la cueva. El gigante rosado se emocionó al ver el mundo que lo rodeaba.

Sin embargo, mientras recorrían el bosque, se encontraron con un pequeño grupo de animales que estaban en problemas. Había un pájaro atrapado en una red y no podía volar. Lucas, preocupado, se acercó rápidamente y dijo:

"Ivy, necesitamos ayudarlo. Pero yo no puedo hacerlo solo."

Ivy miró a su amigo y recordó cómo Lucas había estado a su lado cuando se sentía solo. Sin pensarlo, se acercó al pájaro, utilizando sus grandes patas para deshacer la red.

"No te preocupes, amigo. Ya estás libre."

El pájaro, agradecido, voló en círculos alrededor de Ivy y Lucas antes de desaparecer en el cielo. Ivy se sintió feliz y llena de energía.

"¡Mirá, Lucas! ¡He hecho algo bueno!"

A partir de ese momento, Ivy dejó de lado su pereza y empezó a ayudar a Lucas en diferentes aventuras en el bosque. Se hicieron conocidos por todas las criaturas que habitaban allí. Un día, mientras se preparaban para regresar a casa, Lucas se sintió emocionado.

"Ivy, ¿no te das cuenta de lo lejos que hemos llegado? Has hecho más amigos y has ayudado a muchos."

Ivy sonrió, mirando a su alrededor. "Es todo gracias a ti. No sabía lo que me estaba perdiendo."

La amistad entre Lucas e Ivy se volvió un símbolo de amabilidad y solidaridad en el pueblo. Los habitantes, al enterarse de sus aventuras, comenzaron a visitar la montaña para conocer al monstruo perezoso.

"Todos pueden ser amigos, sin importar las diferencias," -decía Lucas a quienes llegaban.

Ivy, ahora rodeado de nuevos amigos, comprendió que la gratitud y la amabilidad podían cambiar vidas. Juntos, celebraron la amistad, la alegría de ayudar y la maravillosa experiencia de explorar el mundo, recordando siempre que a veces, el monstruo más perezoso puede convertirse en el mejor de los amigos.

Y así, Lucas e Ivy aprendieron que el verdadero tesoro en la vida son los amigos que hacemos y las buenas acciones que compartimos.

FIN.

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