Lucas y el poder de la alegría
Lucas era un niño alegre y extrovertido, siempre con una sonrisa en el rostro. Sin embargo, a veces, la tristeza intentaba apoderarse de él. Pero Lucas tenía sus propios amuletos para vencerla.
Cuando el cielo se nublaba en su corazón, Lucas corría a su habitación, tomaba su guitarra y se ponía a tocar melodías alegres y pegajosas. La música era su mejor aliada para espantar la tristeza.
Acompañándolo en cada momento, estaba Oreo, su perro fiel, siempre dispuesto a darle cariño y alegría con sus travesuras. Oreo sabía cómo sacarle una sonrisa a Lucas en los momentos más grises. Pero sin dudas, uno de los mejores remedios para el alma de Lucas era su mamá.
Ella entendía perfectamente cuándo su hijo necesitaba un empujón de alegría. Mamá preparaba sus visitas a la heladería y a la hamburguesería con entusiasmo, sabiendo que esos momentos juntos eran la fórmula secreta para que Lucas recuperara su brillo en los ojos.
- Lucas, ¿por qué no sacas tu guitarra y nos tocas una canción mientras esperamos la comida? - le sugirió mamá un día en la hamburguesería. - ¡Claro que sí, mamá! - respondió Lucas con entusiasmo.
El sonido alegre de la guitarra de Lucas llenó el lugar y, como por arte de magia, las caras de las personas alrededor comenzaron a iluminarse. La música de Lucas, junto con su sonrisa contagiosa, lograron transformar aquel lugar en un escenario de felicidad.
Desde ese día, Lucas entendió que su alegría, la música, Oreo y los momentos especiales con mamá, eran sus superpoderes para vencer la tristeza.
A partir de ese momento, cada vez que la tristeza intentaba ganarle terreno, sabía exactamente qué hacer: buscar su guitarra, abrazar a Oreo e ir a disfrutar un helado y una rica hamburguesa con mamá.
FIN.