Lucas y el secreto de su cabeza grande



Había una vez en un colegio muy especial, un niño llamado Lucas que se destacaba por tener una cabeza más grande que el resto de sus compañeros.

A pesar de ser muy inteligente y amable, algunos niños se burlaban de él y lo discriminaban por ser diferente. Lucas solía sentarse solo en el recreo, observando a los demás jugar y divertirse juntos. Una tarde, mientras caminaba triste por el patio, escuchó risas y murmullos a sus espaldas.

Se dio vuelta y vio a un grupo de niños señalándolo y riéndose de su gran cabeza. - ¡Miren al cabezón! ¡Es tan raro! -se burlaba uno de los chicos.

Lucas sintió un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Corrió hasta el patio trasero del colegio, donde había un hermoso árbol con ramas enormes que parecían abrazarlo con cariño. Se sentó bajo su sombra y comenzó a llorar.

De repente, escuchó una voz suave que provenía del árbol: "No llores, Lucas. Tú eres único y especial tal como eres". Lucas levantó la mirada sorprendido y vio a una hada pequeñita posada en una rama. - ¿Quién eres tú? -preguntó Lucas asombrado.

- Soy Lila, el hada del amor propio. Escuché tus pensamientos tristes y vine para recordarte lo maravilloso que eres -respondió Lila con dulzura.

Lila extendió su varita mágica hacia la cabeza de Lucas e hizo brillar una luz cálida sobre él. De repente, aparecieron imágenes de momentos felices junto a sus amigos, demostrando cuánto lo querían por su ingenio y amabilidad. Lucas sonrió emocionado al ver todo aquello. - ¿Ves, Lucas? Tienes mucho amor para dar y recibir.

No dejes que las palabras hirientes te lastimen. Eres valioso tal como eres -dijo Lila mientras acariciaba la cabeza del niño con ternura.

Animado por las palabras del hada, Lucas decidió enfrentar sus miedos al día siguiente en el colegio. Cuando llegó al patio principal, vio a los mismos chicos que se habían burlado de él reunidos en un rincón. Sin dudarlo, se acercó con determinación. - Hola chicos -saludó Lucas con una sonrisa sincera-.

Sé que mi cabeza es grande, pero también sé que tengo un corazón aún más grande lleno de amor y bondad para compartir con ustedes. Los chicos lo miraron sorprendidos por su valentía y sinceridad.

Algunos bajaron la mirada avergonzados por haber sido crueles con él. Uno de ellos se acercó tímidamente a Lucas:- Lo siento por haberte tratado mal, Lucas. No sabíamos lo especial que eres realmente -dijo el niño arrepentido.

Poco a poco, todos los niños pidieron disculpas a Lucas por haberlo discriminado injustamente. Desde ese día en adelante, todos aprendieron a valorar las diferencias como algo único e increíblemente hermoso.

Lucas volvió a jugar felizmente con sus compañeros sin temor a ser juzgado por su apariencia física.

Y cada vez que alguien intentaba discriminarlo o discriminar a otro compañero del colegio, recordaban las palabras sabias del hada Lila: "Lo importante no es cómo nos vean los demás; lo fundamental es cómo nos vemos nosotros mismos". Y así fue como la historia de lucas enseñó una lección invaluable sobre aceptación e inclusión para todos los niños del colegio.

FIN.

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