Lucas y El Tió Mágico



Era un hermoso día de verano cuando Lucas salió con su padre y su madre a buscar al Tió, un tronco especial que vivía en lo profundo del bosque. El Tió tenía una carita pintoresca, dos patitas que parecían bailar y un colorido sombrero de barretina que le daba un toque único.

"¿Qué gran aventura vamos a tener hoy, papá?" - preguntó Lucas emocionado.

"Hoy buscamos al Tió, hijo. Dicen que es mágico y trae buena suerte a quienes lo cuidan." - respondió su padre, sonriendo.

"¿Podemos jugar con él?" - inquirió Lucas con los ojos brillantes.

"Claro que sí, pero primero debemos encontrarlo." - dijo su madre, animándolo.

Después de caminar un rato entre los árboles, finalmente encontraron al Tió apoyado contra un tronco. Era aún más lindo de cerca, y Lucas no pudo evitar acercarse a acariciarlo.

"¡Mirá, tiene una carita tan simpática!" - exclamó Lucas, mientras le pasaba la mano por la cara.

Con mucho cuidado, el trío se llevó al Tió a casa y lo colocaron en el jardín, donde todos podían verlo.

"Vamos a cuidarlo bien, ¿sí?" - dijo Lucas, decidido.

Los días pasaron y Lucas; lleno de alegría, comenzó a jugar con el Tió. Un día decidió jugar al escondite.

"Voy a contarte hasta diez, Tió. ¡Escondate!" - gritó Lucas mientras cubría sus ojos con las manos.

Mientras contaba, su madre se unió al juego.

"¿Te imaginas dónde se esconderá, Lucas?" - le preguntó, sonriendo.

"Tal vez detrás de las flores!" - respondió Lucas, riendo.

Cuando terminó de contar, Lucas comenzó a buscar. Miró detrás de los arbustos, entre las plantas y, por supuesto, detrás de su madre, que se escondía a la vista.

"¡No estás escondida!" - rió Lucas, encontrando a su mamá.

Fue entonces que decidió ver al Tió.

"¿Dónde estás, Tió?" - dijo Lucas buscando por todo el jardín. Se acercó al tronco y, sorprendentemente, ¡el Tió estaba un poco escondido!"¡Tío Tió! Bicho raro, te encontré!" - exclamó, emocionado.

Mientras jugaban, Lucas también se encargaba de alimentarlo. Le daba gajitos de mandarina, porque era su fruta favorita.

"¡Mirá cómo le gusta!" - decía Lucas, viendo cómo el Tió parecía sonreír.

Sin embargo, un día el clima cambió de repente. Oscureció ominosamente y comenzó a llover. Lucas miró preocupado al Tió.

"No podemos dejar que se moje, mamá!" - dijo afligido.

"Tenés razón, Lucas. Vamos a llevarlo adentro." - respondió su madre, y juntos llevaron al Tió al comedor.

Lo acomodaron en un lugar seguro, lejos de la lluvia. Lucas se sentó al lado y le habló.

"No te preocupes, Tió, aquí estarás a salvo." - dijo tratando de tranquilizarlo.

El vínculo entre Lucas y el Tió se fortaleció con cada día que pasaba. Draw duros juntos, celebraron los días soleados y protegieron al Tió los días de lluvia. Un día, Lucas tuvo una idea brillante.

"¿Y si hacemos una fiesta para el Tió?" - sugirió.

Y así lo hicieron. Invitaron a todos los niños del vecindario. Prepararon galletas, limonada y, por supuesto, mandarina. El Tió estaba iluminado, lleno de alegría y color. Los niños cantaron, rieron y jugaron.

"¡Feliz fiesta, Tió!" - gritaban al unísono.

Esa noche, después de que todos se fueron, Lucas se sentó junto al Tió y le agradeció por ser su amigo.

"Nunca olvidaré todo lo que aprendí contigo. La amistad y el cuidado son muy importantes." - dijo Lucas, acariciando al Tió bajo el suave manto de estrellas.

Desde entonces, Lucas prometió siempre cuidar del Tió, no solo en los juegos, sino también en su corazón, entendiendo que la magia más grande se encuentra en los momentos compartidos y el amor que damos a quienes nos rodean.

FIN.

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