Lucas y la belleza interior



Había una vez un niño llamado Lucas, quien tenía unos rizos dorados tan hermosos que todos en su barrio lo reconocían por ellos. Lucas amaba sus rizos y se sentía muy orgulloso de lucirlos a donde quiera que fuera.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, una ráfaga de viento fuerte sopló tan fuerte que se llevó consigo los rizos de Lucas.

El niño quedó sorprendido al ver cómo sus rizos volaban por el aire y desaparecían en el horizonte. Estaba tan triste que comenzó a llorar desconsoladamente. "¡Mis rizos! ¡Mis queridos rizos!", sollozaba Lucas mientras sus amigos trataban de consolarlo.

Al día siguiente, Lucas decidió ir a buscar sus rizos por todo el barrio. Recorrió calles, plazas y tiendas preguntando a todos si habían visto sus hermosos rizos dorados. Pero nadie parecía haberlos encontrado.

Después de varios días de búsqueda sin éxito, Lucas estaba a punto de darse por vencido cuando se encontró con una anciana sabia que vivía en la casa del final de la calle. La anciana le dijo: "Niño, no busques afuera lo que has perdido adentro".

Lucas no entendió bien las palabras de la anciana, pero decidió regresar a su casa y mirarse al espejo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, aunque había perdido físicamente sus rizos, seguía siendo el mismo niño valiente y amable que siempre había sido.

"¿Qué significa esto?", se preguntaba Lucas mientras reflexionaba sobre las palabras de la anciana.

Decidió entonces dejar atrás la tristeza por la pérdida de sus rizos y enfocarse en todas las otras cualidades maravillosas que lo hacían especial: su risa contagiosa, su corazón generoso y su valentía para enfrentar nuevos desafíos. Con el tiempo, Lucas descubrió que lo importante no era cómo lucía por fuera, sino quién era en su interior.

Aprendió a valorar todas las cosas maravillosas que lo hacían único y especial más allá de su apariencia física. Y así, Lucas siguió creciendo feliz y seguro de sí mismo, inspirando a otros con su historia de aceptación y autovaloración.

Y aunque nunca recuperó sus rizos dorados, encontró algo mucho más valioso: amor propio y confianza en sí mismo.

FIN.

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