Lucas y la Montaña de los Sueños



Había una vez un niño llamado Lucas, de seis años, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy pequeño, Lucas mostraba una energía desbordante y un temperamento fuerte que, con el tiempo, empezaron a manifestarse en comportamientos que preocuparon tanto a sus padres como a sus maestras.

Un día, durante un recreo en la escuela, Lucas jugaba a la pelota con sus amigos. De repente, se enojó porque uno de sus compañeros, Tomás, le quitó la pelota.

"¡Eso no se hace, Tomás!" - gritó Lucas, dando una patada a la tierra, haciendo que todos se detuvieran.

"Pero yo solo quería jugar, Lucas" - respondió Tomás, algo asustado.

Su profesora, la señorita Ana, se acercó para calmar la situación.

"Lucas, entiendo que estés molesto, pero gritar y patear no es la solución. Hablemos de tus sentimientos, ¿te parece?" - dijo la señorita Ana con voz suave.

Lucas, aún enojado pero interesado, asintió con la cabeza.

Esa tarde, tras salir de la escuela, Lucas estaba paseando por el bosque cercano a su casa cuando escuchó un susurro entre los árboles. Curioso, siguió el sonido y encontró una entrada escondida entre unas piedras. Decidió entrar, sintiendo que algo mágico estaba a punto de suceder.

Al cruzar la entrada, se encontró en un lugar asombroso, lleno de flores de colores brillantes y mariposas danzantes. En el centro, había una montaña que brillaba bajo el sol. En la cima, una figura pequeña se asomaba, y cuando Lucas se acercó, se dio cuenta de que era un duende llamado Lumo.

"Hola, Lucas. Te estaba esperando" - dijo Lumo, con una sonrisa amplia.

"¿Yo? ¿Por qué?" - preguntó Lucas, un poco confundido.

"He visto cómo luchas con esos sentimientos fuertes. Vine a ofrecerte un regalo especial: la Montaña de los Sueños. Si logras escalarla, aprenderás a controlar tu energía y temperamento" - explicó Lumo.

Intrigado y emocionado, Lucas aceptó el desafío. Pero la montaña era más difícil de lo que parecía. Cuanto más subía, más se daba cuenta de que necesitaba aprender a mantener la calma y la concentración. En el camino, se encontró con diferentes criaturas que le ofrecieron consejos:

- Una tortuga le dijo: "Ten paciencia, Lucas. A veces, la fuerza viene de esperar y observar".

- Un pájaro le recordó: "Respira hondo y relájate. A veces, es mejor pensar antes de reaccionar".

Lucas escuchó atentamente. Aprendió a detenerse y respirar antes de actuar. Luego de mucho esfuerzo, finalmente llegó a la cima de la montaña.

"¡Lo logré!" - exclamó Lucas, con una gran sonrisa.

Lumo le dio una medalla brillante y le dijo:

"Esta medalla representa tu logro. Desde ahora, siempre que sientas que te enojas o pierdes el control, recuerda lo que aprendiste aquí".

Lucas bajó de la montaña, sintiéndose diferente. Cuando regresó a su pueblo, recordó lo que Lumo le había enseñado. Poco a poco, empezó a poner en práctica lo aprendido. En la escuela, en lugar de gritar cuando se enojaba, respiraba hondo y hablaba con sus amigos.

Un día, mientras jugaba, se dio cuenta de que Tomás lo había empujado, pero en lugar de enojarse, dijo:

"Oye, Tomás, creo que me empujaste sin querer. ¿Podés tener más cuidado?" - y sonrió.

"¡Claro, Lucas! No fue mi intención" - contestó Tomás, aliviado.

Con el tiempo, Lucas se convirtió en un ejemplo para sus compañeros y comenzó a ayudar a otros a encontrar la manera de manejar sus emociones. Su energía se convirtió en fuerza positiva y sus amigos aprendieron a disfrutar de su compañía.

"¡Gracias, Lucas! Eres el mejor amigo que podría tener" - le dijo una niña del grupo, mientras todos sonreían.

Diez meses después, Lucas organizó una carrera divertida en su escuela. Al cruzar la meta, levantó su medalla y dijo:

"Todo lo que aprendí, lo hice con el corazón. ¿Quieren aprender conmigo? ¡Vamos a jugar juntos y a cuidarnos!" - y todos aplaudieron.

Desde ese día, la actitud de Lucas inspiró tantos cambios en su pueblo que, incluso, crearon un pequeño club llamado "Los Amigos de la Montaña", donde compartían métodos para resolver conflictos y cuidar sus emociones. Los niños aprendieron a hablar sobre lo que sentían y ayudarse unos a otros, como un gran equipo.

Y así, Lucas, el niño lleno de energía, se convirtió en un líder positivo y un gran amigo. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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