Lucas y su Primer Día de Escuela



Era un brillante día de sol cuando Lucas se despertó, lleno de emoción. Hoy era su primer día de colegio, y su mamá había preparado un delicioso desayuno con su jugo favorito. Se puso su uniforme nuevo, sus zapatos relucientes y mirándose al espejo, pensó:

- ¡Estoy listo!

Su mamá le sonrió mientras él bajaba las escaleras.

- ¡Lucas, estás guapísimo! -dijo su mamá.

- Gracias, mamá. Estoy tan feliz. Espero hacer nuevos amigos. -contestó Lucas, saltando de alegría.

Al llegar a la escuela, las mariposas revoloteaban en su estómago. Había una multitud de niños y niñas, algunos luciendo tan emocionados como él, mientras que otros parecían un poco nerviosos. Lucas respiró hondo y caminó hacia la entrada.

Entrando al aula, su maestra, la señorita Clara, les sonrió y les dijo:

- ¡Bienvenidos al primer día de clases! Estoy muy feliz de conocerlos a todos.

Lucas se sentó en su pupitre, mirando a su alrededor. Los otros niños parecían estar ocupados hablando y riendo. Se sintió un poco tímido, pero luego recordó lo que su papá le había dicho:

- Los amigos se hacen con una sonrisa y una buena conversación.

Así que, tomando aire, se animó a hablar con el chico que tenía al lado, que se llamaba Tomás.

- ¡Hola! Soy Lucas. ¿Cuál es tu dibujo favorito? -preguntó Lucas con una gran sonrisa.

- ¡Hola, Lucas! Yo amo dibujar dinosaurios. -respondió Tomás con entusiasmo.

Pero antes de que pudieran seguir conversando, la señorita Clara anunció:

- ¡Ahora vamos a hacer una ronda de presentaciones! -dijo con voz alegre.

Lucas sintió que su corazón latía rápido. Era el primer turno de Tomás. Cuando terminó de hablar, era el turno de Lucas.

- Hola, soy Lucas y me gusta el fútbol. -dijo, sintiendo que las mejillas se le sonrojaban un poco.

- ¡Yo también! -gritó un chico al fondo.

Así comenzó una conversación animada. Los niños compartieron sus gustos y, al término de la ronda, Lucas se sintió parte de un grupo. Sin embargo, una pequeña niña, que estaba sentada al lado de la ventana, no había dicho nada.

- ¿Y vos? -preguntó Lucas, tras notarla.

Ella, con una voz casi susurrante, respondió:

- Me llamo Sofía. Me gusta leer. -dijo, un poco tímida.

- ¡A mí también me encanta! -exclamó Lucas, entusiasmado.

La conversación se tornó agradable. La señorita Clara, al ver que todos estaban hablando y riendo, se acercó y dijo:

- ¡Qué bien que todos están compartiendo! Recuerden que la escuela es un lugar para hacer amigos y aprender juntos.

Al pasar la mañana, Lucas se dio cuenta de que la diversidad de intereses lo emocionaba. Había niños a los que les gustaba el arte, otros el deporte, e incluso algunos que preferían los experimentos científicos. Pero luego llegó el recreo, y allí fue cuando las cosas se complicaron un poco. Mientras todos jugaban, Lucas se fue a jugar al fútbol con Tomás, pero en medio de un tiro, la pelota pegó en la cabeza de la niña que no había hablado, Sofía, y ella cayó al suelo, llorando.

- ¡Oh no, lo siento mucho! -gritó Lucas, corriendo hacia ella.

- ¡No quería hacerte daño! -añadió Tomás, preocupado.

Sofía, con lágrimas en sus ojos, dijo:

- No puedo más, siempre me siento excluida y ahora ¡me tienen miedo también!

Lucas se sintió mal. En ese momento aprendió algo valioso. Se acercó a Sofía y le dijo:

- No quise hacerte sentir así. Puedes jugar con nosotros. ¡Eres parte del grupo ahora! -la animó Lucas.

La niña secó sus lágrimas y sonrió por primera vez. -¿De verdad? -preguntó, mientras se levantaba del suelo.

- ¡Claro! -respondió Lucas-. Así como nos gusta el fútbol, podemos hacer algo juntos. ¿Te gustaría que te pase la pelota?

Eso hizo que Sofía se sintiera mucho mejor. Al final, todos los niños se unieron a jugar, y cada uno compartió algo sobre ellos. El clima del aula se había transformado en una verdadera fiesta de amistad.

Así, Lucas no sólo hizo nuevos amigos, sino que también aprendió que cada uno tiene sus propias historias, sentimientos y que un gesto amable puede cambiar la perspectiva de alguien.

Cuando llegó la hora de ir a casa, Lucas estaba tan feliz que no paraba de contarle a su mamá todo lo que había sucedido en el día. La mamá lo escuchaba con una sonrisa orgullosa.

- ¡Hoy fue un gran día, mamá! ¡Hice nuevos amigos y aprendí que todos merecemos ser incluidos! -dijo Lucas mientras disfrutaban de la merienda juntos.

Desde ese día, Lucas nunca olvidó lo importante que es ser amable y abrir el corazón a los demás. Y así, su aventura había comenzado, no solo en el colegio, sino también en la vida misma.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!