Lucas y su Primer Día de Escuela
Era un soleado lunes por la mañana, y Lucas estaba muy emocionado. Era su primer día de escuela, y sus padres habían preparado todo con mucho cariño. Se levantó temprano, se puso su uniforme nuevo y miró su reflejo en el espejo.
- ¡Qué bien me veo! - dijo Lucas, sonriendo.
Salió de casa con su mochila nueva, llena de útiles escolares, y se dirigió con su mamá hacia la escuela. Ella le dio un abrazo y lo acompañó hasta la puerta.
- Recuerda, Lucas, siéntete libre de ser tú mismo. Todos estarán tan emocionados como vos - le dijo su mamá, mientras él le respondía con una sonrisa llena de nervios.
Al entrar a la escuela, Lucas se sintió un poco intimidado. Todo era nuevo: los pasillos amplios, los juguetes en el patio y los carteles coloridos que adornaban las paredes.
En su salón, conoció a su maestra, la señorita Ana.
- ¡Bienvenidos, chicos! - exclamó la señorita Ana. - Hoy será un día lleno de juegos y nuevas amistades. ¡Prepárense para conocer a sus compañeros!
Lucas observó a su alrededor. Algunos chicos estaban reunidos en grupos, riéndose y jugando, mientras otros estaban un poco más aislados. Uno de ellos era un niño con gafas que parecía tan nervioso como él.
- Hola, soy Lucas - se presentó, acercándose al niño.
- Hola, yo soy Tomás - respondió, sonriendo tímidamente.
Ambos comenzaron a conversar mientras esperaban que la clase empezara.
- ¿Te gusta el fútbol? - preguntó Lucas.
- ¡Sí! Aunque soy mejor jugando a la pelota que en los partidos - contestó Tomás, riendo.
De repente, la puerta se abrió y entraron unos niños que parecían tener más confianza. Se rieron de las mochilas y comenzaron a hacer bromas.
- Miren esos dos - dijo uno de ellos. - ¿Están aquí para jugar o para llorar?
Lucas se sintió un poco incómodo, pero decidió seguir hablando con Tomás.
- Oye, ¿te gustaría jugar en el recreo? - le preguntó.
Tomás lo miró con ojos brillantes.
- ¡Claro!
Cuando sonó el timbre, todos salieron corriendo al patio. Lucas y Tomás se unieron a otros compañeros y comenzaron a jugar a la pelota. Al principio, todo fue un poco desparejo, pero pronto todos se rieron y comenzaron a hacer goles.
Lucas se dio cuenta de que había un niño que no estaba jugando. Era el chico que había hecho la broma sobre ellos antes.
- ¿Por qué no jugás con nosotros? - le preguntó.
- No sé, no soy muy bueno - respondió el chico, encogiéndose de hombros.
Lucas pensó por un momento y dijo:
- ¡No importa! Lo importante es divertirse. Vení, te enseñamos.
El chico dudó, pero finalmente se unió al juego. Al poco tiempo, todos estaban riendo y disfrutando.
A medida que pasaba el recreo, Lucas y su grupo comenzaron a aceptar a otros, incluyendo al chico que había hecho la broma. Al final del día, cada uno había hecho nuevos amigos y se había olvidado de los nervios iniciales.
- ¡Esto fue increíble! - dijo Lucas al final de la jornada. - Nunca pensé que el primer día de escuela sería tan divertido.
- Sí, y está bueno que le hayamos dado una oportunidad a Nicolás - dijo Tomás, refiriéndose al chico que había tenido miedo de jugar.
Lucas sonrió. Habiéndose sentido un poco nervioso al principio, había logrado hacer nuevos amigos y había aprendido que ser amable y abrirse a los demás puede crear conexiones sorprendentes.
Al regresar a casa, Lucas le contó a su madre sobre su día.
- ¡Mamá, hoy hice muchos amigos! - gritó mientras mostraba la sonrisa en su rostro.
- Me alegra, Lucas. Recuerda, cada día es una nueva oportunidad para aprender y hacer nuevos amigos. - le respondió, acariciando su cabeza con ternura.
Desde ese día, Lucas nunca olvidó que ser amable y abierto era la mejor manera de hacer amigos y disfrutar de su tiempo en la escuela. ¡Cada día estaba lleno de aventuras, risas y nuevas oportunidades!
Y así, Lucas, en su uniforme, no solo había comenzado su aventura escolar, sino que también había aprendido que la amistad se construye con pequeños gestos de gentileza y confianza.
FIN.