Lucas y sus amigos del pueblo encantado



Había una vez en un hermoso pueblo al pie de una imponente montaña, donde vivía Lucas, un niño curioso y alegre que amaba la naturaleza y los animales.

En su casa, siempre había alegría y amor gracias a su perro Max, su gato Luna y sus padres. Un día soleado, Lucas decidió salir a jugar en el bosque con sus amigos. Corrían entre los árboles, saltaban sobre las rocas y reían sin parar.

De repente, el cielo se oscureció y comenzó a caer una lluvia suave pero constante. Todos corrieron hacia un gran árbol para resguardarse. - ¡Qué divertido es bailar bajo la lluvia! -exclamó Lucas mientras saltaba entre los charcos junto a sus amigos.

- Sí, es como si el cielo nos enviara su propia música para danzar -agregó Martina. Después de jugar un rato bajo la lluvia, decidieron regresar a casa antes de que anocheciera.

Al llegar, sus padres les tenían preparada una rica merienda con chocolate caliente. - Gracias por cuidarnos del mal tiempo -dijo Lucas abrazando a sus padres.

Esa noche, después de cenar calentitos en casa, Lucas tomó un libro sobre aventuras y leyendas de la montaña para leer antes de dormir. Mientras leía acurrucado en su cama con Max a sus pies y Luna en su regazo, imaginaba todas las historias que ocurrían en esos misteriosos parajes llenos de magia.

Al día siguiente amaneció radiante y el sol brillaba con intensidad en el cielo azul. Lucas decidió ir al río cercano junto a Max para disfrutar del buen tiempo. Allí encontraron a Mateo pescando tranquilamente.

- ¡Hola amigo! ¿Puedo acompañarte? -preguntó Lucas emocionado por aprender algo nuevo. - ¡Claro que sí! La pesca es todo un arte que requiere paciencia y concentración -respondió Mateo enseñándole cómo lanzar el anzuelo al agua. Pasaron horas juntos conversando y compartiendo experiencias mientras esperaban alguna picada.

El tiempo parecía detenerse cuando estaban allí reunidos disfrutando del sonido del agua corriendo y cantando melodías propias al pasar entre las piedras del río.

Al finalizar la jornada junto al río, Lucas regresó a casa feliz por haber aprendido algo nuevo e interesante ese día. Se sentía pleno rodeado de amigos fieles como Max y Luna, además de haber conocido más sobre la naturaleza gracias a Mateo.

Así pasaban los días en aquel encantador pueblo donde cada experiencia era única e inolvidable; donde cada amanecer traía consigo nuevas aventuras por descubrir; donde la felicidad se hallaba en las pequeñas cosas cotidianas como compartir momentos especiales con seres queridos; donde el amor por la vida se reflejaba en cada gesto amable hacia otros seres vivientes.

FIN.

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