Lucero y el refugio de los corazones peludos
Había una vez una niña llamada Lucero que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos paisajes. Lucero era una niña muy alegre y amante de los animales, especialmente de los perros.
Un día, mientras paseaba por el parque, encontró a dos cachorritas abandonadas: Tundra, una imponente Rot Riler, y Dulce, una adorable caniche. Lucero no pudo resistirse y decidió llevarlas a su casa para cuidarlas y darles todo el amor que necesitaban.
Desde ese momento, las tres se convirtieron en inseparables compañeras de aventuras. Un día soleado, Lucero decidió llevar a Tundra y Dulce al bosque cercano para disfrutar de un picnic bajo la sombra de los árboles.
Mientras caminaban por el sendero del bosque, se encontraron con un conejito herido en una pata. Lucero se preocupó mucho por el conejito y decidió llevarlo a casa para curarlo.
Sin embargo, cuando llegaron al veterinario, les dijeron que el conejito necesitaría quedarse allí durante unos días hasta recuperarse completamente. Lucero estaba triste porque extrañaría al conejito mientras tanto. Pero Tundra le dio un lametón cariñoso en la mano como diciendo: "No te preocupes Lucero, siempre estaremos aquí contigo".
Pasaron varios días sin el conejito en casa y Lucero comenzó a sentirse sola. Un buen día recibió una llamada del veterinario informándole que el conejito ya estaba listo para regresar a casa. Lucero fue corriendo junto con Tundra y Dulce a buscarlo.
Al llegar, el conejito saltó de alegría al verlos y todos celebraron su regreso. Desde ese día, Lucero decidió ayudar a los animales heridos y abandonados del pueblo.
Con la ayuda de Tundra y Dulce, comenzaron a reagarrar perros y gatos sin hogar para llevarlos a un refugio cercano.
Poco a poco, más personas se sumaron a la causa de Lucero y juntos lograron construir un gran refugio donde los animales recibían cuidado, amor y la oportunidad de encontrar una familia que los adoptara. Lucero se sentía feliz por haber hecho algo tan importante por los animales necesitados.
Y mientras Tundra, Dulce y el conejito jugaban en el jardín del refugio, ella les decía: "Gracias por enseñarme que siempre podemos hacer algo bueno por aquellos que lo necesitan". Y así fue como Lucero descubrió su pasión por ayudar a los demás seres vivos.
Con el amor incondicional de sus adorables perritas Tundra y Dulce, logró cambiar muchas vidas tanto humanas como animales en su pequeño pueblo. Fin.
FIN.