Lucí y el Conejo Valiente



Era un hermoso sábado por la tarde y Lucí decidió ir al parque con su peluche, un conejo llamado Tico. Tico era su mejor amigo, siempre estaba a su lado, y aunque era solo un conejo de peluche, Lucí lo trataba como a un ser vivo.

Mientras jugaban en la plaza, Lucí se subió al tobogán. "¡Mirá, Tico! ¡Voy a deslizarme súper rápido!" - dijo emocionada. Se lanzó y en el camino, su peluche se cayó de sus brazos y aterrizó justo en el barro.

"¡Oh no! ¡Tico!" - gritó Lucí corriendo hacia él. Cuando llegó, su conejo estaba cubierto de barro, con una oreja doblada y un desastre en su carita. "¡Estás herido, Tico!" - exclamó angustiada.

Lucí sabía que tenía que ayudar a su amigo. Así que decidió llevarlo a su casa y hacer todo lo posible para curarlo.

"¡Vamos, Tico! ¡Te arreglaré!" - le dijo mientras lo envolvía en su abrigo. A medida que caminaban de regreso a casa, Lucí pensaba en los cuidados que necesitaría su conejo. "Primero, un baño..." - murmuró.

Al llegar a casa, Lucí puso a Tico en el lavabo, junto a un suave jabón. "No te preocupes, esto va a ser rápido y divertido" - lo tranquilizó. Mientras lo lavaba, de repente, notó que Tico tenía un pequeño rasguño en el lado. "¡Ay, pobrecito!" - dijo mientras le daba un pequeño beso.

Después de la limpieza, Lucí secó a Tico con una toalla, pero notó que la oreja todavía estaba un poco deshecha. Decidió que era hora de llevarlo a la sala de "emergencias de peluches". Tomó una aguja, hilo y su caja de botones. "¡Todo saldrá bien!" - le sonrió a Tico mientras cosía con mucho cuidado.

Cada punto de hilo era como un abrazo para Tico, y Lucí le contaba todo lo que harían juntas una vez que estuviera sanado. "¡Iremos al parque y te haré una fiesta de té!" - decía alegremente.

Pero cuando terminó, Tico no lucía igual. "¿Todavía te gusta?" - preguntó Lucí con un nudo en la garganta. Para su sorpresa, Tico parecía más fuerte. Había superado su pequeño accidente.

Con el tiempo, Tico se convirtió en un símbolo de valentía para Lucí. En su clase, comenzó a contarles a sus amigos sobre su experiencia.

"Tico se cayó y lo cuidé yo misma, como un verdadero doctor de peluches" - compartió una vez. Los niños estaban fascinados. "¿Y le hiciste una cirugía?" - preguntó su amigo Pedro.

"Sí, algo así. Pero, sobre todo, le di amor y lo traté con cuidado" - sonrió Lucí, sintiéndose cada vez más orgullosa.

Esa era una lección que también sus amigos podían aprender. Así que un día, organizaron una gran fiesta en la escuela. Cada uno llevaba su peluche. Lucí decidió hacer un taller de "Primeros Auxilios para Peluches". Ese día, uno por uno, curaron sus juguetes de peluche, se rieron y disfrutaron juntos.

Desde ese día, Lucí entendió que se pueden arreglar no solo los peluches, sino también los corazones, con un poco de cuidado, amor, y por sobre todo, mucha dedicación. Y así, ella y Tico continuaron teniendo muchas más aventuras en el parque, siempre cuidándose mutuamente.

Y aunque Tico nunca pudo hablar, Lucí sabía que él siempre estaría allí, sonriendo y apoyándola en cada paso de su día.

FIN.

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