Lucía y el gato valiente



Había una vez una niña llamada Lucía que vivía en un pequeño pueblo. Lucía, a pesar de ser una chica divertida y amigable, tenía un pequeño problema: no sabía cómo tratar a su gato, llamado Misi. Siempre le gritaba cuando él hacía algo que no le gustaba, y a veces le tiraba un almohadón para que se moviera de su camino.

Un día, mientras Lucía estaba en su habitación, oyó a su gato maullar con un sonido triste. "¿Qué te pasa, Misi?"- preguntó Lucía. Sin embargo, lo ignoró y siguió jugando con sus muñecas. Pero cuando la noche cayó, Lucía se dio cuenta de que Misi no estaba a su lado, como siempre lo hacía.

Preocupada, salió a buscarlo. "Misi, Misi, ¿dónde estás?"- llamaba. De repente, lo encontró escondido detrás de un arbusto en el jardín. "¡Ah, ahí estás!"- exclamó Lucía. Pero Misi no se movió. Estaba claro que el gato estaba asustado.

Fue entonces que Lucía recordó algo que había aprendido en la escuela sobre los sentimientos de los animales. "¿Qué estoy haciendo?"- pensó. "Él también siente cuando lo trato mal. Necesito cambiar"-.

Decidida a mejorar su relación con Misi, Lucía se acercó a él lentamente. "Lo siento, Misi. A partir de ahora seré más amable contigo"- le dijo, acariciándolo suavemente. Para su sorpresa, Misi se acercó y frotó su cabeza contra la mano de Lucía, como si la perdonara.

Al día siguiente, Lucía hizo todo lo posible por cuidar de Misi con amor y cariño. "¡Buenos días, Misi!"- le dijo al despertarse. Le preparó su comida favorita y le dio golosinas. "Hoy haremos algo divertido juntos"- le aseguró.

Ese día, Lucía llevó a Misi al parque. Al principio, el gato se mostró un poco reacio. "Vamos, Misi, no tengas miedo. Te prometo que será divertido"- le animó ella.

Así, con mucho cuidado, Lucía dejó que Misi explorara a su ritmo. Pronto, el gato se sintió más seguro y empezó a correr detrás de las mariposas. "¡Mira lo rápido que corres!"- gritaba Lucía con alegría. Misi estaba feliz, y eso hizo que Lucía también lo estuviera.

Sin embargo, mientras jugaban, Misi se acercó a un grupo de niños que estaban jugando a la pelota. Uno de ellos lanzó la pelota demasiado fuerte y, sin querer, le dio a Misi. El gato se asustó y salió corriendo hacia un árbol. Lucía se alarmó. "¡Misi, ven aquí!"- gritó preocupada.

Cuando llegó al árbol, encontró a Misi temblando. "No te preocupes, estoy aquí contigo"- le dijo, y comenzó a acariciarlo. Poco a poco, Misi se fue relajando. Lucía se dio cuenta de que si ella estaba tranquila, él también lo estaría.

A partir de ese día, Lucía se comprometió a ser siempre amable y cuidar de su gato. Aprendió a escuchar sus necesidades y a darle cariño. Ahora, cada vez que estaba triste o enojada, más que gritarle a Misi, lo abrazaba y hablaba de lo que sentía.

Tiempo después, Lucía se dio cuenta de que no solo había hecho un buen cambio con su gato, sino también en sí misma. Se convirtió en una niña más comprensiva y dulce, y su amistad con Misi se volvió más fuerte que nunca.

Un día, mientras jugaban en el jardín, Misi hizo algo increíble: atrapó una mariposa con sus patas. Lucía aplaudió y le dijo: "¡Qué buen cazador sos, Misi! Eres un gato valiente"-. Misi se estiró, orgulloso, y ambos se rieron juntos, disfrutando del día soleado.

Así, Lucía aprendió que en lugar de tratar mal a los que amamos, debemos cuidar y protegerlos. Y, por supuesto, que una pequeña bondad puede cambiar todo.

FIN.

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