Lucía y el Gran Concurso de Repostería



En el tranquilo pueblo de Decimalia, todos los años se celebra el Gran Concurso de Repostería. Este año, la emoción era aún mayor porque los jueces habían decidido que todos los ingredientes debían medirse usando decimales. Lucía, una joven pastelera con una sonrisa brillante y una visión creativa, soñaba con ganar por fin el tan ansiado primer premio.

Lucía se pasaba las noches en la cocina, experimentando con diferentes recetas y sabores. Su abuela, quien había sido una gran pastelera también, la había enseñado desde pequeña que las cantidades eran esenciales para lograr la perfección en cada pastel.

Una mañana, mientras Lucía medía los ingredientes con su nueva balanza digital, que mostraba los resultados en decimales, su amigo Mateo entró a la cocina.

"¡Hola, Lucía! ¿Cómo va el concurso?" preguntó Mateo, curioso.

"¡Hola, Mateo! Estoy trabajando en una torta de chocolate con avellanas. Pero necesito asegurarme de que todo esté medido a la perfección. Este año, con los decimales, todo se complica un poco más", respondió Lucía mientras verificaba su lista de ingredientes.

Mateo se rascó la cabeza.

"¿Por qué no haces una prueba?" sugirió con entusiasmo.

"Es una buena idea. La práctica siempre ayuda, pero tengo miedo de que si algo sale mal, no tengo tiempo para corregirlo".

Lucía miró la balanza y, decidida, preparó la mezcla para la torta. Todo iba de maravillas hasta que, al llegar a la parte de agregar el azúcar, se distrajo.

"¿Cuánto era, 0.150 o 0.50?" se preguntó en voz alta.

Fue entonces cuando su gato, Aladino, saltó a la mesa, derribando la balanza que se quiebra al caerse.

"¡Aladino!" gritó Lucía, frustrada.

Mateo observó la balanza rota y dijo:

"No te preocupes, Lucía. Podés usar tus viejas tazas medidoras. Aunque no son decimales, son precisas también".

Así lo hizo. Lucía recordó cómo su abuela había usado esas tazas y cómo, a pesar de echarle un poco más o un poco menos, sus tortas siempre salían ricas.

Con las tazas medidoras, Lucía se dispuso a hacer la torta de nuevo.

El día del concurso llegó. El centro del pueblo estaba lleno de colores y sonrisas. Todos esperaban ansiosos los postres de los reposteros.

Los jueces comenzaron a degustar las tortas de los demás concursantes. Había tortas de fruta, de vainilla, y hasta una de remolacha. Pero cuando llegó el momento de Lucía, ella respiró hondo y presentó su creación: "Torta de chocolate y avellanas con un toque de menta".

Los jueces, sorprendidos por la original combinación y la presentación, tomaron un bocado y sus ojos se iluminaron.

"Esta torta es espectacular, Lucía. Se siente el sabor intenso del chocolate y las avellanas, que combinan perfecto con la menta", comentó uno de los jueces.

La tensión creció mientras los jueces deliberaban. Finalmente, anunciaron el ganador.

"El primer premio del Gran Concurso de Repostería es para... ¡Lucía!"

La multitud estalló en aplausos. Lucía, emocionada, subió al escenario, sonriendo de oreja a oreja.

"Gracias a todos, y especialmente a Mateo por ayudarme a recordar que no siempre es necesario hacer las cosas en decimales para lograr algo delicioso".

Desde ese día, Lucía se convirtió en la pastelera más famosa de Decimalia, y aprendió que a veces, los errores pueden llevarte a grandes sorpresas y a deliciosas victorias. Y siempre, siempre, ¡la diversión de cocinar era lo más importante!

FIN.

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