Lucía y el Guardián de las Calles



En ese pueblo vivía una niña llamada Lucía, quien era muy curiosa y siempre estaba buscando aventuras.

Un día, mientras caminaba por la calle con su abuelo Don Manuel, vio un cartel que decía: "¡Cuidado con el Devorador de Imprudencias!". La niña se quedó mirando el cartel con asombro y preguntó a su abuelo qué significaba aquello.

Don Manuel le explicó que el Devorador de Imprudencias era un monstruo invisible que se alimentaba de los actos imprudentes de los conductores en la carretera. Le dijo que cuando los conductores no respetaban las señales de tránsito, iban a alta velocidad o hacían maniobras peligrosas, este monstruo aparecía y se alimentaba de esa energía negativa.

Lucía quedó fascinada con esta historia y decidió investigar más sobre el Devorador de Imprudencias. Buscó en la biblioteca del pueblo libros sobre seguridad vial y aprendió todo acerca de las normas que debían seguir los conductores para evitar accidentes.

La niña decidió entonces hacer algo para ayudar al Devorador de Imprudencias a desaparecer. Se le ocurrió organizar una campaña en la escuela para concientizar a todos sobre la importancia de ser responsables al volante.

Lucía habló con su maestra y juntos planificaron actividades educativas para enseñarles a sus compañeros sobre las señales de tránsito, cómo cruzar correctamente la calle y por qué es necesario usar siempre el cinturón de seguridad.

Un día, durante una actividad especial en la escuela, Lucía se disfrazó de Devoradora de Imprudencias para captar la atención de todos. Les contó a sus compañeros que el monstruo solo desaparecería si todos los conductores respetaban las normas de tránsito y conducían con prudencia.

La campaña tuvo un gran impacto en el pueblo. Los niños hablaron con sus padres sobre lo aprendido en la escuela y juntos comenzaron a ser más conscientes al volante.

Poco a poco, los actos imprudentes fueron disminuyendo y el Devorador de Imprudencias se fue debilitando. Un día, mientras caminaba por la calle, Lucía vio un cartel nuevo que decía: "¡El Devorador de Imprudencias ha desaparecido!". La niña sonrió satisfecha sabiendo que su esfuerzo había dado resultado.

Desde ese día, el pueblo se convirtió en un lugar más seguro para vivir. Los conductores respetaban las señales de tránsito y todos eran más conscientes al volante.

Lucía entendió entonces que cada uno puede hacer una diferencia si trabaja por una causa justa. Y así, gracias a la valentía y determinación de una niña llamada Lucía, el misterioso monstruo conocido como El devorador de imprudencias dejó de existir para siempre.

FIN.

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