Lucía y el Jardín Arcoíris



Había una vez, en un frondoso bosque lleno de vida, una niña llamada Lucía. Lucía amaba explorar la naturaleza y, en particular, le fascinaban las flores. Cada mañana, al despertar, corría a su jardín secreto donde se encontraban flores de todos los colores: azules, rojas, blancas, amarillas y verdes.

Un día, Lucía decidió que era hora de aprenderse todos los colores de las flores.

"Hoy voy a contar cuántas flores de cada color hay en mi jardín," se dijo emocionada.

Empacó su pequeña mochila con una libreta y un lápiz, y partió a su aventura.

Al llegar al jardín, comenzó a buscar flores. Las azules brillaban bajo el sol.

"Estas son mis favoritas, me recuerdan al cielo," exclamó.

Contó una, dos, tres… hasta diez flores azules. Siguió con las rojas, encontrando ocho, luego las blancas que eran puras y suaves como copos de algodón, con un total de seis. Las amarillas eran como el sol, y logró contar doce, mientras que las verdes eran más escasas, con solo cinco.

"¡Qué hermoso jardín tengo!" se dijo muy orgullosa.

Pero cuando estaba lista para anotar su descubrimiento, notó que algo extraño pasaba al fondo del jardín. Se escuchaba un murmullo. Curiosa, se acercó sigilosamente y descubrió a un grupo de pequeños insectos muy preocupados. Era un grupo de mariquitas.

"¿Qué sucede?" preguntó Lucía.

"Es que nuestro hogar se ha llenado de flores malas que no dejan entrar la luz del sol. Ya no podemos vivir aquí," respondió una mariquita con voz temblorosa.

Lucía, llena de empatía, decidió ayudar a las mariquitas.

"Voy a ir a buscar ayuda. ¡No se preocupen!" dijo con determinación.

Salió del jardín en busca de sus amigos: un sabio búho llamado Don Búho y una mariposa alegre llamada Maru.

Cuando los encontró, les explicó la situación:

"Necesitamos limpiar el jardín para que las mariquitas puedan volver a vivir ahí," dijo.

"¡Claro! Estoy aquí para ayudar," respondió Maru, moviendo sus alas de colores.

"Yo puedo volar alto y ver desde arriba cuáles flores malas debemos quitar," añadió Don Búho.

Juntos, se dirigieron al jardín de Lucía y, con gran trabajo en equipo, comenzaron a deshacerse de las flores que estaban ocupando el espacio de las flores buenas. Lucía aprendió que algunas plantas crecían demasiado y necesitaban ser controladas para que otras pudieran brillar. E hicieron un gran trabajo: al final del día, el jardín lucía radiante, lleno de color y luz.

Las mariquitas, al ver que su hogar estaba limpio, volvieron volando, haciendo piruetas de alegría.

"¡Gracias!" corearon en un canto. "Ahora podemos vivir felices y en armonía."

Lucía sonrió, sintiéndose contenta por su ayuda. Y cada vez que veía las flores de su jardín, ya no solo recordaba los colores, sino también la importancia de cuidar de la naturaleza y trabajar en equipo.

Desde ese día, no solo exploró y aprendió sobre los colores de las flores, sino que también se convirtió en la guardiana de su jardín, siempre atenta a las necesidades de los seres que lo habitaban. Y así, Lucía, las mariquitas, Don Búho y Maru vivieron aventuras maravillosas en aquel bosque siempre floreciente.

Y así termina la historia de Lucía, quien no solo conoció los colores, sino que también aprendió a valorar la amistad y el cuidado del entorno. ¡Recuerda, siempre hay algo que aprender de la naturaleza y de los que nos rodean!

FIN.

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