Lucía y el Misterio de la Oscuridad
Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, una niña de 9 años llamada Lucía. Desde que era muy pequeña, Lucía había tenido un miedo profundo a la oscuridad. Cada noche, cuando el sol se ocultaba y las estrellas comenzaban a brillar, su corazón se llenaba de inquietud. A ella le asustaba la idea de que, en la oscuridad, podían esconderse cosas aterradoras. Sin embargo, su amor por las historias de aventuras era aún más fuerte que su miedo.
Una noche, mientras se preparaba para dormir, su madre le dijo:
"Lucía, ¿por qué no haces un dibujo de lo que imaginas que hay en la oscuridad? Quizás al expresarlo, te sientas mejor."
Lucía se sentó en su cama con sus colores y comenzó a dibujar. Al principio, trazó figuras aterradoras que saltaban de su imaginación: un monstruo de ojos grandes y puntiagudos, sombras que danzaban por las paredes y un fantasma con una sonrisa espeluznante. Pero, a medida que llenaba la hoja con sus temores, algo curioso sucedió.
"Este monstruo se ve muy solitario", pensó Lucía. "Quizás solo quiere un amigo".
Así que decidió dibujar a sí misma al lado del monstruo.
"No hay que tenerle miedo. Todos se sienten solos a veces", murmuró.
Esa noche, mientras Lucía dormía, tuvo un sueño extraño. En su sueño, ella se encontraba en un bosque oscuro, pero esta vez no tenía miedo.
"Hola, Lucía" -dijo una voz suave. Era el monstruo de su dibujo, pero ahora no se veía aterrador. Era pequeño y tenía un gran corazón.
"¿Por qué estás aquí?" -preguntó Lucía.
"Vine a buscarte. La oscuridad no es tan mala. Solo hay que conocerla."
Juntos viajaron por el bosque y el monstruo le mostró que podía haber magia en la oscuridad.
"Mira esos luciérnagas, Lucía. Ellas iluminan la noche con su brillo. Y ese sonido que oyes, es la música de los grillos. La noche tiene su propia belleza."
Lucía miró a su alrededor y vio pequeñas luces danzando entre los árboles.
"¡Es hermoso!" -exclamó.
"¡Claro! Pero debes mirar más allá de lo que temes. La oscuridad es solo el lugar donde las cosas descansan y sueñan."
Con cada paso que daba junto al monstruo, Lucía se sentía más fuerte. Finalmente, llegaron a una colina y ella pudo ver todo el pueblo brillando bajo la luna.
"No puedo creerlo... es tan hermoso..." -dijo con asombro.
El monstruo sonrió.
"Exacto, Lucía. Cada rincón merece ser explorado, incluso en la oscuridad. La noche es un lienzo, y tú eres la artista."
De pronto, Lucía se despertó en su cama, con la luz de la luna atravesando su ventana. Sintiéndose diferente, decidió que ya no iba a dejar que el miedo la dominara.
"Voy a aventurarme a ver el mundo de noche" -se dijo a sí misma.
A la mañana siguiente, le contó a su madre sobre su sueño.
"Mamá, creo que estaba equivocada con la oscuridad. Es un lugar lleno de maravillas."
Su madre sonrió.
"Estoy orgullosa de ti, Lucía. A veces, lo que más tememos es lo que más necesitamos entender."
Desde ese día, Lucía comenzó a explorar el mundo nocturno. Caminaba con su linterna en mano, observaba las estrellas, escuchaba los sonidos de la noche y disfrutaba de las historias que podía encontrar. Comenzó a dibujar más y más, reflejando las bellezas que la oscuridad escondía.
Una noche, cuando se sintió valiente, se decidió a acampar en el patio trasero. Su mamá, que la apoyaba en su búsqueda, preparó una pequeña fogata. Juntas, contaron historias sobre criaturas amigables que quizás vivían en la oscuridad.
"Mamá, ¿crees que el monstruo de mi sueño está aquí, mirándonos?"
"Seguramente. Tal vez solo esté esperando que le invites a jugar."
La noche se llenó de risas y anécdotas, y al final, Lucía se dio cuenta de que la oscuridad no era su enemiga, sino un nuevo amigo que la invitaba a explorar.
Con cada aventura, Lucía se volvió más atrevida y se dio cuenta de que, a veces, lo único que se necesita para superar el miedo es un poco de curiosidad y valor. Y así, se convirtió en la exploradora nocturna de su pequeño pueblo, iluminando la oscuridad con su alegría y su amor por la aventura.
FIN.