Lucía y el Refugio de Estrellas
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Lucía que amaba la naturaleza y las estrellas. Todos los días, después de hacer sus tareas, se dirigía al jardín de su casa donde había construido un refugio especial con herramientas que su papá le había dado. Era un lugar mágico rodeado de flores y árboles, donde podía soñar y dejar volar su imaginación.
Lucía se sentaba en su refugio y miraba al cielo. Las estrellas fugaces danzaban en la oscuridad, y ella suspiraba de felicidad. Un día, mientras arreglaba su refugio, se encontró con su amigo Tomás, un chico aventurero con una gran pasión por la exploración.
"Hola, Lucía, ¿qué estás haciendo aquí?" - preguntó Tomás.
"¡Hola, Tomás! Estoy preparando mi refugio para ver las estrellas. ¿Te gustaría ayudarme?" - respondió Lucía con entusiasmo.
Tomás asintió y juntos comenzaron a trabajar, utilizando ramas, hojas y algunas herramientas. Mientras construían, Lucía le contó sobre la belleza de las estrellas.
"Cuando veo las estrellas fugaces, siento que son deseos que vuelan por el cielo. Me pregunto qué estarán deseando" - dijo Lucía, soñadora.
"¡Eso es genial! ¿Y si hacemos un deseo?" - sugirió Tomás.
"Buena idea, pero solo podemos hacer uno. ¿Cuál será?" - preguntó Lucía, curiosa.
Después de un rato pensando, decidieron que su deseo sería tener un gran festival de estrellas en su pueblo para que todos pudieran disfrutar de las maravillas del cielo.
Casi todos los días, Lucía y Tomás trabajaban en su refugio, y con cada encuentro empezaron a invitar a más amigos. Con la ayuda de todos, el refugio se convirtió en un lugar colorido lleno de risas, historias, y muchas estrellas. Un día, mientras disfrutaban de un día soleado, Alejandra, una niña nueva en el barrio, se acercó a ellos.
"¿Puedo unirme a ustedes? No tengo amigos aquí" - dijo Alejandra, un poco tímida.
"¡Claro! Cuantos más seamos, mejor. Estoy segura de que juntos haremos un gran refugio" - respondió Lucía, sonriendo.
Así fue como el refugio se llenó de risas y nuevos amigos. Juntos prepararon todo para el festival de estrellas. Decoraron con luces, hicieron carteles y prepararon algodón de azúcar para compartir. Estaban emocionados y con muchas ganas de que llegara la noche.
Pero a medida que se acercaba el día del festival, comenzaron a caer algunas gotas de lluvia. Todos miraban al cielo, preocupados por su plan.
"¿Qué vamos a hacer si llueve?" - preguntó Tomás, desanimado.
"No podemos rendirnos. ¡Lo que importa es la amistad y las estrellas! Si llueve, haremos el festival aquí en el refugio!" - exclamó Lucía, llena de energía.
La noche del festival llegó, y aunque el cielo estaba nublado y algunas gotas caían, eso no impidió que la magia sucediera. Todos se reunieron en el refugio, riendo y disfrutando del algodón de azúcar. De repente, mientras compartían historias, el cielo se despejó y apareció una lluvia de estrellas fugaces.
"Miren!" - gritó Alejandra emocionada. "¡Estrellas!"
"¡Hagamos nuestro deseo!" - dijo Tomás, y todos cerraron los ojos y pidieron su deseo.
Lucía sonrió al ver la alegría de sus amigos y comprendió que el verdadero deseo no era solo ver las estrellas, sino disfrutar cada momento con aquellos que amaba. Esa noche, en su refugio, todos aprendieron que la amistad podía brillar incluso en las noches nubladas.
Desde ese día, el refugio se convirtió en su lugar favorito, un sitio donde se compartían risas y sueños. Lucía y sus amigos, con la magia de las estrellas en sus corazones, sabían que podían alcanzar las alturas si trabajaban juntos y nunca perdían la esperanza.
FIN.