Lucía y el Valor de la Amistad



Era una soleada mañana en el colegio San Martín, donde Lucía, una niñita de diez años, se preparaba para salir al recreo. A pesar de tener una gran sonrisa y un corazón amable, había algo que perturbaba su alegría: un grupo de compañeros la miraba y se reía al verla. Lucía sabía que su peso era diferente al de algunos de ellos, pero nunca había pensado que eso pudiera importarle tanto.

Mientras todos jugaban al fútbol, un chico llamado Tomás se acercó a ella.

-Tomás: "¿Por qué no jugás con nosotros, Lucía?"

-Lucía: "No, gracias. Mejor voy al columpio. No creo que quiera jugar."

Tomás se dio cuenta de que Lucía trataba de evitar el grupo y decidió hacerle compañía.

-Tomás: "¿Sabés una cosa? Yo a veces no soy tan bueno en el fútbol. Prefiero volar con los aviones de papel y armar competencias, ¿te gustaría hacer eso?"

-Lucía: "Eso suena divertido. Pero, ¿no te importa que no quiera jugar al fútbol?"

-Tomás: "¡Para nada! Cada uno tiene sus gustos. Vamos a hacer algo que nos guste a ambos."

Mientras empezaban a hacer aviones de papel, otros niños empezaron a observarlos. Fue entonces cuando un grupo de chicos que solían reírse de Lucía se acercó.

-Mateo: "¿Vas a jugar con Tomás en vez de con nosotros? ¡Qué aburrido! Lucía siempre se queda sola."

Lucía sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Pero inusitadamente, Tomás se adelantó.

-Tomás: "No es aburrido, Mateo. A Lucía le gusta hacer aviones y es muy buena en eso. ¿Por qué no probás también?"

-Mateo: "¿Quién quiere hacer aviones de papel cuando se puede jugar al fútbol?"

-Tomás: "Yo. Tenés que aprender a disfrutar de lo que cada uno elige. ¡Vamos, Lucía, mostrá tu mejor avión!"

Lucía, sintiéndose un poco más valiente, hizo el avión más elaborado que se le ocurrió y lo lanzó al aire. El avión voló lejos y todos los niños se quedaron mirando, incluidos los que antes se burlaban de ella.

-Mateo: "¡Vaya, voló un montón!"

-Martina: "¿Podés enseñarnos?"

Lucía, sorprendida, sonrió.

-Lucía: "Claro, pero solo si hacés el avión con formas divertidas. Podemos hacer una competencia."

Así fue como, poco a poco, el grupo de niños comenzó a integrarse. Mateo y los otros se unieron, y en vez de hacer burlas, empezaron a alentar a Lucía.

-Mateo: "¡Ay, mirá cómo vuela ese! ¿Puede ser que sea más veloz que el mío?"

-Martina: " Creo que sí. ¡Hacelo volar de nuevo, Lucía!"

Desde entonces, Lucía se ganó el respeto de sus compañeros. La discriminación y las burlas comenzaron a desvanecerse, y Lucía aprendió que, aunque el mundo no siempre es justo, la amistad y la aceptación pueden cambiar todo.

Como ya era costumbre, al final de cada recreo, Lucía y Tomás siguen haciendo aviones de papel, y los otros niños se unieron a su grupo. Juntos descubrieron que la diversión no tiene un tamaño, y que lo que importa es compartir momentos con quienes realmente valoran cada uno de nosotros.

Lucía sonrió, sabiendo que no solo había encontrado amigos, sino que también había enseñado a los demás a respetarse mutuamente.

Y así, todos jugaron juntos, aprendiendo que aunque pueden ser diferentes, lo que realmente importa es el corazón que cada uno lleva dentro.

FIN.

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