Lucía y el Vuelo de los Sueños



Lucía se despertó sentada, envuelta en la oscuridad de su habitación. Su corazón latía rápido mientras miraba a su alrededor, tratando de entender qué había pasado.

- ¿Qué fue eso? - murmuró, frotándose los ojos.

En su mente, recordaba el hermoso sueño que había tenido. En él, volaba entre nubes de colores, rodeada de risas y música, pero ahora el silencio la envolvía como una manta pesada. Decidida a descubrir por qué se sentía así, se levantó de su cama y encendió la lámpara.

A medida que la luz iluminaba su habitación, su mirada se posó en un pequeño cuaderno que había estado dibujando antes de irse a dormir. Se acercó y comenzó a pasar las páginas. Había dibujado sus sueños: un árbol gigante que daba caramelos, un río de chocolate y un cielo lleno de estrellas.

- ¿Por qué no puedo volver a soñar así? - se preguntó en voz alta mientras sus ojos se iluminaban con cada dibujo que veía.

De pronto, escuchó un leve susurro.

- Quizás, solo necesitas creer - dijo una voz suave que parecía provenir del dibujo del árbol.

Lucía dio un salto, sorprendida.

- ¿Quién está ahí? - gritó.

De entre las páginas del cuaderno, salió un pequeño duende de colores brillantes. Tenía alas como las de una mariposa y una sonrisa amplia.

- Soy Pipo, el duende de los sueños. - respondió el duende con una voz alegre. - ¡He venido a ayudarte a volver a soñar fuerte y bonito!

Lucía no podía creer lo que veía.

- ¿De verdad puedes hacerlo? - preguntó con esperanzas en los ojos.

- ¡Claro! - exclamó Pipo, haciendo piruetas en el aire. - Pero primero necesitamos que creas en la magia del sueño. Para eso, debes encontrar tres colores de la felicidad.

- ¿Colores de la felicidad? - repitió Lucía intrigada.

- Sí. Busca el rojo del amor, el azul de la amistad y el amarillo de la alegría. - explicó Pipo. - Solo así podrás volver a volar entre las nubes de colores.

Con esa misión en mente, Lucía se asomó a la ventana. En la calle, las luces de los coches pasaban como estrellas fugaces. Decidió que el primer color sería el rojo, así que se vistió y salió de casa.

Camino a la plaza, escuchó el canto de un grupo de niños que jugaban a la pelota. Uno de ellos se cayó y comenzó a llorar. Lucía, al verlo, se acercó rápidamente.

- ¡No llores! - dijo Lucía mientras le ofrecía su mano. - ¡Te ayudaré! -

El niño sonrió al levantarse y dijo:

- Gracias. Sos muy amable.

- De nada. - respondió Lucía, sintiéndose feliz. De pronto, un calido brillo rojo apareció frente a su pecho, como un pequeño destello de luz.

- ¡Ya tienes el primer color! - gritó Pipo desde el cuaderno, quien la estaba observando desde su rincón mágico.

Lucía sonrió, y se sintió llena de amor y bondad. Siguió buscando el segundo color y decidió ir a la casa de su amiga Sofía, quien vivía cerca.

Al llegar, vio que Sofía estaba sola y parecía triste.

- ¿Qué te pasa? - preguntó Lucía.

- No tengo con quién jugar. - suspiró Sofía.

- Vení, juguemos juntas. - propuso Lucía sonriendo.

Ambas chicas comenzaron a jugar a cocinar con hojas y ramitas, riendo y creando recetas imaginarias. De repente, un suave brillo azul iluminó su entorno.

- ¡Ya tenés el azul! - dijo Pipo alegre, agitándose en el cuaderno.

Con dos colores ocupando su corazón, Lucía emprendió el camino hacia el último reto: encontrar el amarillo de la alegría.

Una vez más, se sentó en el parque y fue observando a la gente. Un grupo de personas se reía mientras comían helado.

- ¡Quiero eso! - dijo Lucía en voz alta.

Así que fue a comprar su helado. Mientras saboreaba el dulce, vio a una anciana que parecía sola en un banco. Lucía se acercó, con su mejor sonrisa.

- ¿Le gustaría compartir un helado? - preguntó. La anciana se iluminó al ver su gentil gesto.

- ¡Oh, qué dulce de tu parte! - dijo mientras aceptaba un poco.

Ambas comenzaron a conversar y a reírse, llenando el aire de alegría. Al fin, un brillo amarillo iluminó todo su alrededor.

- ¡Lo lograste! - exclamó Pipo. - Ahora, si quieres, podés volver a soñar.

- Sí, por favor - respondió Lucía emocionada.

Pipo agitó sus alas de colores y una suave luz resplandeció alrededor de ellos. Lucía cerró los ojos, sintiendo toda la calidez en su corazón.

De repente, volvió a estar en su hermoso sueño, volando entre nubes de colores, llenas de amor, amistad y alegría.

Cuando despertó nuevamente, esta vez con una gran sonrisa en su rostro, vio que su cuaderno estaba abierto y lleno de nuevos dibujos.

- ¡Lo logré! - exclamó siempre recordando que la felicidad no solo es un sueño, sino también una acción.

Desde ese día, Lucía siempre creía en la magia de sus sueños, sabiendo que con amor, amistad y alegría, podía volar tan alto como quisiera en su imaginación.

FIN.

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