Lucía y la cima de los sueños


Había una vez, en un hermoso pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Lucía. Lucía era una niña curiosa y aventurera, siempre buscando nuevas formas de divertirse y aprender.

Un día, mientras caminaba por el campo con su mamá, Lucía vio a lo lejos una gran montaña. La montaña era imponente y majestuosa, pero algo le llamó la atención: había caballos y vacas pastando pacíficamente en su cima.

Lucía se quedó asombrada ante esta extraña escena y decidió que quería subir hasta allí para conocer a los animales. Pero su mamá le advirtió que era muy peligroso intentar escalar esa montaña tan alta. "Lucía, cariño, esa montaña es muy empinada y peligrosa.

Será mejor que nos quedemos aquí abajo", dijo su mamá preocupada. Pero Lucía no se dio por vencida. Sabía que si realmente quería llegar hasta los animales tendría que encontrar una forma de hacerlo sin ponerse en riesgo.

Así que comenzó a investigar sobre las diferentes rutas para subir la montaña. Habló con los habitantes del pueblo y leyó libros sobre escalada. Aprendió técnicas de seguridad y cómo utilizar el equipo adecuado.

Después de mucho prepararse, Lucía finalmente encontró un camino seguro para llegar a la cima de la montaña. Llegó emocionada al lugar donde estaban los caballos y las vacas pastando tranquilamente. "¡Hola! ¿Cómo están? Soy Lucía", saludó ella emocionada.

Los animales levantaron la cabeza y miraron a Lucía con curiosidad. Parecían sorprendidos de ver a una niña en la cima de la montaña. "¡Hola, Lucía! Nos alegra verte aquí", respondió uno de los caballos.

Lucía se acercó a ellos y comenzó a hacerles preguntas sobre cómo era su vida en lo alto de la montaña. Los animales le contaron que allí tenían mucha libertad para correr y jugar, pero también debían enfrentar desafíos como el frío y las tormentas.

"Es increíble lo valientes que son ustedes al vivir aquí arriba", dijo Lucía admirada. Después de pasar un rato conversando con los animales, Lucía decidió que era hora de bajar de la montaña. Se despidió cariñosamente de sus nuevos amigos y comenzó el descenso.

Cuando llegó abajo, su mamá estaba esperándola ansiosa. "¡Lucía! ¿Estás bien? ¡Me tenías muy preocupada!", exclamó su mamá al verla sana y salva. Lucía sonrió y le contó emocionada sobre su aventura en la montaña.

Le habló sobre los caballos y las vacas, sobre lo valientes que eran al vivir allá arriba. Su mamá escuchaba atentamente mientras se daba cuenta del coraje y determinación que había mostrado su hija.

Estaba orgullosa de ella por haber buscado una forma segura para lograr aquello que tanto deseaba. A partir de ese día, Lucía siguió explorando el mundo con curiosidad e ingenio. Aprendió que no hay obstáculo demasiado grande si se tiene la voluntad y el conocimiento necesario para superarlo.

Y así, Lucía nos enseñó a todos que los sueños pueden hacerse realidad si nos atrevemos a buscar las soluciones adecuadas. Porque en cada desafío siempre hay una oportunidad de crecer y aprender.

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