Lucía y la conversación con la Luna
Lucía era una niña curiosa y soñadora que siempre miraba hacia el cielo en busca de aventuras. Una noche, mientras paseaba por el jardín de su casa, levantó la vista y vio a la Luna brillando como nunca antes.
Sorprendida, decidió hablar con ella. - ¡Hola, Luna! ¿Cómo estás esta noche? - saludó Lucía con entusiasmo.
La Luna, a pesar de no poder hablar como las personas, respondió con destellos de luz y un suave brillo que iluminó el sendero de Lucía. Fascinada, Lucía interpretó las señales como si fueran palabras. - ¿Qué haces cada noche, Luna? - preguntó la niña.
La Luna le mostró escenas de su recorrido por el cielo, visitando diferentes lugares y observando la Tierra desde arriba. Lucía quedó maravillada. A partir de ese momento, todas las noches, Lucía hablaba con la Luna. Le contaba sus alegrías, tristezas y anhelos, y la Luna siempre la escuchaba con paciencia y cariño.
Un día, Lucía tuvo un problema en la escuela y se sentía muy angustiada. Fue entonces cuando decidió buscar a la Luna para desahogarse. - Luna, hoy me siento triste y no sé qué hacer.
La Luna le respondió con un resplandor reconfortante, y en silencio le transmitió una sensación de paz. Lucía entendió que, a pesar de la distancia, la Luna siempre estaría allí para escucharla. Con el tiempo, Lucía aprendió a ser valiente y afrontar sus desafíos gracias a las conversaciones con la Luna.
La luz de la Luna se convirtió en su confidente y guía. Y aunque la Luna no hablara con palabras, para Lucía sus destellos y brillos eran mensajes de amor y consuelo.
Desde entonces, Lucía visitaba la Luna en sus sueños y juntas exploraban el infinito universo, descubriendo que, a pesar de las distancias, el cariño y la amistad pueden traspasar cualquier barrera.
Con el tiempo, Lucía se convirtió en una persona sabia y comprensiva, llevando consigo el amor y la complicidad que compartió con la Luna en cada una de sus noches mágicas.
FIN.