Lucía y las Rosas



Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Lucía. Desde que era muy chiquita, su pasión por las flores la llevaba a pasar horas en el jardín de su abuela. A ella le encantaba aprender sobre cada planta, especialmente sobre las rosas.

Una mañana soleada, mientras Lucía regaba las plantas junto a su abuela, le preguntó:

"¿Abuela, por qué las rosas son tan especiales?"

"Ah, mi amor. Las rosas son mágicas. Cada una de ellas tiene una historia y un significado. Siempre que cuidas tus flores, ellas también te cuidarán a ti".

Inspirada por la respuesta de su abuela, Lucía decidió crear un jardín lleno de rosas. Así que comenzó a buscar semillas en el mercado del pueblo.

Un día, mientras exploraba, se encontró con un anciano que vendía un saco de semillas de rosas de colores especiales.

"Estas no son rosas comunes, niña. Son rosas que pueden volar", le dijo el anciano con una sonrisa pícara.

Lucía, intrigada, lo miró con curiosidad:

"¿Rosas que pueden volar? ¡Eso suena increíble! ¿Cómo puedo hacer que vuelen?".

"Solo necesitan amor y cuidado", respondió el anciano. "Plántalas con el corazón, y verás".

Lucía regresó a casa con las semillas, emocionada por el desafío. Al principio, no parecía que las semillas hicieran mucho. Pasaron los días y la paciencia de Lucía se ponía a prueba. Sin embargo, cada mañana se levantaba dispuesta a cuidarlas.

Fue entonces cuando un día, mientras regaba las plantas, escuchó un suave susurro:

"¡Lucía!".

Se dio vuelta y vio a una hermosa rosa blanca, que parecía brillar bajo el sol.

"¿Eres tú la que está hablando?" - preguntó, asombrada.

"Sí, soy yo. Soy una de las rosas que plantaste. Gracias a tu amor y dedicación, vamos a volar".

Lucía no podía creerlo. ¡Era real! Con cada día que pasaba, las rosas empezaron a crecer y, eventualmente, comenzaron a elevarse del suelo, flotando alrededor de su jardín.

Una noche, mientras las rosas danzaban en el aire, Lucía les pidió saber más sobre ellas.

"¿Por qué pueden volar?" - les preguntó.

"Cuando las cuidás con amor y atención, nos das un poco de tu energía y felicidad. Así podemos volar alto y ser libres".

Lucía se sintió muy feliz. Pero, un día, una tormenta se desató sobre el pueblo. El viento fuerte y la lluvia empezaron a arrastrar las rosas, y Lucía, preocupada, gritó:

"¡Nooo! ¡Mis rosas!".

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia su jardín, tratando de protegerlas. Una vez allí, decidió que no podía dejar que se fueran. Así que, con todas sus fuerzas, abrazó al tallo de una de las rosas más grandes.

"No las dejes ir, por favor" - pidió con el corazón apretado.

De repente, el viento comenzó a calmarse, como si escuchara su súplica. Cuando la tormenta pasó, Lucía se dio cuenta de que las rosas estaban a salvo, rodeándola y brillando más que nunca.

"Mirá, Lucía. Gracias a tu amor y valentía, hemos encontrado la forma de resistir los momentos difíciles. Y ahora, podemos volar juntas" - dijo la rosa blanca.

Desde ese día, Lucía aprendió que con amor y dedicación, no solo las flores pueden florecer, sino también ella misma. Y aunque las rosas podían volar, siempre regresarían a ella, porque ahora eran parte de su historia y su corazón.

Cada vez que veía a sus rosas danzando entre las nubes, sabía que aunque los cambios podían ser desafiantes, siempre había formas de enfrentar las tormentas con coraje y amor.

Y así, Lucía y sus rosas voladoras vivieron muchas aventuras, recordando siempre la importancia de cuidar las cosas que amamos y la magia que hay en ello.

FIN.

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