Lucía y su Búsqueda de Energía



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había una niña llamada Lucía. Desde muy chiquita, soñaba con ser fuerte, veloz y alta, como sus héroes en los cuentos.

Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Lucía les dijo entusiasmada:

"¡Quiero ser la más rápida de todas! Quiero ganar todas las carreras!"

Sus amigos, muy animados, comenzaron a reír y decirle:

"¡Sí! Solo necesitás comer carne y verduras para tener energía!"

Lucía frunció el ceño.

"Pero no me gustan ni la carne ni las verduras..."

¿Entonces, cómo podía ser fuerte y veloz?

Un día, mientras paseaba con su gato, Mimo, se encontró con una anciana que vendía frutas y frutos secos en el mercado. La señora, sonriendo, le hizo una pregunta:

"¿Qué deseas, pequeña?"

Lucía le confesó su deseo de ser fuerte y veloz.

La anciana la miró con complicidad y le dijo:

"Podrías probar con otros alimentos. Hay muchas cosas que pueden darte energía sin carne ni verduras".

Intrigada, Lucía le pidió consejos.

"¿Qué puedo comer entonces?"

"¡Las frutas, los frutos secos, los cereales! ¡Tenés muchas opciones ricas y deliciosas!"

Inspirada, Lucía comenzó a investigar. En la biblioteca, leyó sobre cómo las nueces, las bananas y hasta la avena podían darle fuerza y energía.

"¡Voy a intentarlo, Mimo!" exclamó, llenándose de entusiasmo.

Los días pasaron y Lucía se alimentaba de batidos de frutas, yogur, miel, y puñados de frutos secos. Aunque al principio extrañaba no comer carne y verduras como sus amigos, se dio cuenta de que todo lo que estaba probando era exquisito:

"¡Mirá esto, Mimo! ¡Es un batido de plátano, almendras y cacao!"

Su mascota, al escuchar su alegría, parecía animarla aún más.

Cuando llegó el día de la gran carrera del pueblo, Lucía estaba un poco nerviosa, pero también llena de energía. Sus amigos le recordaron:

"Si no comiste bien, no vas a poder ganar..."

Pero ella, confiada en su nueva dieta, les sonrió.

"Estoy lista, ya verán!"

La carrera comenzó y Lucía salió como un rayo, dejando atrás a muchos de sus compañeros. Su corazón latía fuerte y sentía que volaba. De repente, en la mitad de la carrera, tropezó con una piedra y cayó al suelo.

"¡Ay!" exclamó, con un poco de tristeza, aunque no se dio por vencida. Se levantó rápidamente y siguió corriendo, recordando sus recursos:

"¡Vamos, Lucía! ¡Energía, energía!"

A medida que se acercaba a la meta, empezó a sentir que sus piernas se cansaban, pero, recordando cada batido que había disfrutado y cada nuez que había saboreado, se dio cuenta de que tenía una reserva de energía dentro de ella.

"¡Yo puedo!" gritó, y se lanzó con un sprint final hacia la meta.

Y allí estaba, cruzando la línea de llegada, no solo como la primera de su categoría, sino feliz y orgullosa.

"¡Lo logré!" se alegró, y sus amigos la aplaudían.

"¿Ves? ¡Te lo dijimos!" dijo uno de ellos.

"Lo que comés también cuenta" agregó otro.

"Pero no todo es carne y verduras, miren lo que se puede hacer con frutas y frutos secos!" respondió Lucía con una sonrisa ancha.

Desde ese día, Lucía no solo aprendió que podía ser fuerte y veloz sin necesidad de comer carne o verduras, sino que también inspiró a sus amigos a experimentar con nuevos alimentos.

"Cada uno puede ser fuerte y veloz a su manera!" exclamó, señalando el poder que tenían las elecciones saludables.

Las aventuras de Lucía continuaron, ahora incluyendo nuevos sabores y recetas deliciosas que inventaba para compartir con todos en el pueblo.

Y así, Lucía aprendió que la verdadera fuerza viene de la pasión por lo que amas, incluso si eso significa elegir comidas diferentes. La amistad, los sueños y la creatividad la llevaron a conocer un mundo nuevo, lleno de energía y diversión.

Y así, siempre con su gato Mimo a su lado y una sonrisa en su rostro, Lucía se convirtió en la niña más fuerte, veloz y alta de su propio cuento.

FIN.

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