Lucía y su Doble Misterioso
Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Valle Alegre. Lucía, una niña de ocho años, salía de su casa con su mochila morada llena de útiles escolares. Con su cabello rizado al viento y su sonrisa encantadora, se dirigía a la escuela. Pero algo extraño sucedió. Al cruzar el parque, Lucía notó a una niña que se veía idéntica a ella. La otra niña tenía el mismo color de cabello, la misma ropa y hasta la misma sonrisa.
"Hola, yo soy Lucía" - dijo la otra niña con una voz dulce y juguetona.
"¿Cómo podés llamarte Lucía? ¡Yo soy Lucía!" - exclamó Lucía, un poco confundida.
Ambas se miraron fijamente y no podían creer lo que veían.
"Quizás somos dobles. Esto es increíble. ¿Te gustaría jugar conmigo?" - propuso la niña misteriosa.
Lucía, intrigada, aceptó la invitación. Así que las dos se pasaron la mañana jugando a la pelota, subiendo al tobogán y compartiendo risas. Pero mientras más se divertían, más cosas extrañas sucedían.
De repente, el sol comenzó a ocultarse, y las sombras parecían cada vez más largas. La niña idéntica de Lucía le dijo:
"Es mejor que vayamos a casa, aunque no quiero que esto termine".
"Yo tampoco, ¡es tan divertido jugar juntas! Pero... ¿dónde vivís?" - preguntó Lucía.
"A unas pocas casas de aquí, pero no tengo familia. Solo regresé porque quiero encontrar un lugar donde encajar" - respondió la otra Lucía con un tono melancólico.
Lucía se quedó en silencio por un momento, sintiendo que había algo más profundo detrás de aquel encuentro.
"¿Te gustaría quedarte en mi casa?" - ofreció Lucía, sintiendo compasión.
La otra Lucía sonrió, pero justo en ese instante, una nube oscura cubrió el sol.
"Debo irme, Lucía. Pero no me olvides. Aquí estoy, y siempre estaré contigo. Recuerda, a veces necesitamos un poco de magia en nuestras vidas" - dijo con un tono nostálgico, mientras su figura comenzaba a desvanecerse.
"¡Espera!" - gritó Lucía, pero ya era tarde.
Al llegar a casa, Lucía se sentó en su cama y se puso a pensar en el extraño encuentro. ¿Era un sueño? ¿Era real? Sin embargo, sentía que había aprendido una lección importante sobre la soledad y la amistad. A la mañana siguiente, decidió que haría algo para ayudar a los demás, porque a veces la gente necesita saber que hay un lugar donde pertenece.
Así, Lucía organizó un encuentro en el parque. Invitó a los niños del barrio a jugar y compartir historias. Fue un éxito. Niños y niñas, que muchas veces se sentían invisibles, comenzaron a aproximarse y a crear nuevos lazos de amistad.
Con cada risa y con cada juego, Lucía sentía que su misterioso doble la había ayudado a encontrar su propósito. Ahora no solo había una Lucía en el mundo, había muchas. Al final del día, cuando el sol se ponía, Lucía miró al cielo y sonrió, como si le enviara un mensaje a su amiga.
"Gracias por mostrarme el camino" - susurró.
Y así, Lucía continuó creando espacios de inclusión en su barrio, fortaleciendo amistades y recordando que aunque a veces nos sintamos solos, siempre hay un lugar para todos en el corazón de alguien.
FIN.