Luciana y el Misterio del Lago de Carlos Paz
Era un hermoso día soleado en Carlos Paz, Argentina, y Luciana, una niña curiosa y aventurera de diez años, se preparaba para explorar el lago que había oído tantas historias. Con su gorro de sol y su mochila llena de bocadillos, salió de su casa cantando.
"¡Hoy voy a descubrir algo increíble!" - exclamó mientras saltaba de alegría.
Al llegar al lago, se encontró con su mejor amigo, Tomás, que ya la estaba esperando.
"¡Hola, Luciana! ¿Estás lista para la aventura?" - le preguntó Tomás, agitando sus brazos como si estuviera a punto de despegar.
"¡Sí! Escuché que hay un tesoro escondido cerca de aquella isla. ¡Vamos a buscarlo!" - dijo Luciana, señalando con entusiasmo hacia un pequeño islote.
Juntos, tomaron una pequeña canoa y remaron hacia la isla, sus corazones latían con emoción. Al llegar, se encontraron con un paisaje lleno de árboles frondosos y flores de mil colores.
"¿Dónde buscaríamos el tesoro?" - preguntó Tomás mirando a su alrededor.
"Quizás deberíamos seguir el mapa que encontramos en el viejo libro de aventuras de mi abuela" - sugirió Luciana, sacando un trozo de papel arrugado de su mochila.
Justo cuando estaban a punto de desdoblar el mapa, un pequeño pájaro de colores brillantes se posó cerca de ellos.
"¡Miren! Un loro!" - gritó Tomás.
El loro parecía muy curioso, mirándolos con picardía.
"¿Te gustaría ayudarnos a encontrar el tesoro, amigo?" - preguntó Luciana al loro.
El loro hizo un ruido gracioso en respuesta y luego se voló hacia un árbol cercano. Decidieron seguirlo. El loro los llevó a un camino cubierto de hojas.
"Esto parece prometedor" - dijo Tomás mientras avanzaban cautelosamente.
De repente, un ruido fuerte interrumpió su caminar. Un grupo de ardillas salió corriendo de detrás de un arbusto.
"¡Ay! ¡Qué susto!" - exclamó Luciana, ahora riendo mientras las ardillas daban vueltas alrededor de ellos.
Pero cuando las ardillas se calmaron, notaron que una de ellas llevaba algo brillante en su boca. Era una moneda dorada.
"¡Mira eso!" - dijo Luciana, señalando a la ardilla.
"¡Es una pista!" - exclamó Tomás.
Decidieron seguir a la ardilla, que los llevó a un árbol gigante con un tronco muy ancho.
"Quizás el tesoro está escondido aquí" - sugiere Luciana mientras mira alrededor.
Empezaron a buscar bajo las raíces del árbol, moviendo palitos y hojas. De repente, sintieron un golpe en el suelo.
"¡Eso suena como algo duro!" - dijo Tomás, muy emocionado.
"¡Cavemos aquí!" - propuso Luciana, y juntos comenzaron a hacer un pequeño agujero en la tierra.
Al poco tiempo, encontraron una pequeña caja de madera cubierta de polvo y telarañas.
"¡Lo logramos!" - gritaron casi al unísono.
Con manos temblorosas, Luciana abrió la caja y se sorprendió al encontrar no solo monedas de chocolate, sino también varios objetos antiguos y un diario.
"¡Mirá! Este diario tiene dibujos y relatos de aventuras de otra niña como nosotras" - dijo mientras hojeaba las páginas.
Ambos se sentaron bajo el árbol y comenzaron a leer.
"La autora de este diario, se llama Valentina, y parece que vivió aquí hace muchos años. Habla de cómo valoraba la amistad y el cuidado hacia la naturaleza" - explicó Luciana.
"Podemos aprender mucho de lo que dice" - añadió Tomás, con la vista fija en las páginas.
Lucas y Tomás decidieron llevar el diario de vuelta y compartirlo con sus amigos. Mientras regresaban a casa en la canoa, el loro los siguió volando sobre sus cabezas.
"Hoy no solo encontramos un tesoro, sino también historias de valentía y compañerismo" - dijo Luciana, sonriendo a Tomás.
Y así, Luciana y Tomás entendieron que el verdadero tesoro no era solo el de las monedas de chocolate, sino las amistades que creaban y las historias que compartían.
Desde aquel día, Luciana y Tomás se convirtieron en exploradores del lago, cuidando la naturaleza y buscando nuevas aventuras,
"¡El próximo tesoro debe estar por ahí!" - dijo Tomás con una gran sonrisa mientras el loro les lanzaba un guiño.
FIN.