Luciana y el Rey de la Creatividad
Había una vez, en un pueblo lejano, una niña llamada Luciana. Luciana asistía a una escuela en la que las paredes eran grises y las ventanas estaban cubiertas de polvo. Su maestra, la señora Gruñona, casi nunca sonreía y siempre decía: "¡Silencio en clase!". En ese ambiente, Luciana apenas podía explorar su creatividad.
A menudo, en su mente, se transportaba a un mágico reino donde era una princesa atrapada en una torre.
"¡Ay, qué vida la mía!", suspiraba Luciana mientras miraba por la ventana. "Una princesita en una torre que anhela un mundo lleno de colores y aventuras."
Un día, mientras estaba en el aula, decidió que no podía esperar más.
"Voy a necesitar un plan para escapar de esta torre gris", pensó Luciana.
Con un cuaderno que le habían dado, comenzó a dibujar. Sus dibujos mostraban castillos brillantes, flores de todos los colores y amigos imaginarios. Su imaginación volaba alto, y aunque su entorno era gris, en su mente todo era vibrante.
Pero un día, mientras dibujaba, la señora Gruñona se acercó.
"Luciana, ¿qué estás haciendo?"
Sintiéndose atrapada, Luciana respondió,
"Solo estoy soñando con un mundo mejor."
La maestra miró el cuaderno.
"No hay tiempo para sueños, debes concentrarte en las matemáticas", dijo con voz brusca.
Sin embargo, algo cambió en ese instante. La señora Gruñona se detuvo un momento y observó los dibujos de Luciana con atención.
"¿Y si ... te animás y me enseñás a dibujar un poco junto a vos?"
Luciana abrió los ojos como platos.
"¿En serio? Puedo enseñarte a dibujar un dragón con alas de fuego que vuela alto en el cielo."
"¡Me encantaría!", respondió la señora Gruñona, sorprendida de sí misma.
Aquella tarde, el aula se llenó de risas y colores. La maestra, que siempre había sido seria, comenzó a soltar un poco su rigidez y a experimentar con el lápiz y el papel.
Los otros alumnos miraban atentos, y uno se animó a preguntar,
"¿Podemos dibujar también?"
"¡Claro que sí!", dijo Luciana emocionada.
Así, ese día, el aula se transformó en un lugar luminoso y lleno de creatividad. Luciana descubrió que a veces, una simple idea puede inspirar a otros, incluso a quienes parecen ser los más gruñones.
A partir de ahí, la escuela comenzó a cambiar. Todos los días, Luciana y sus compañeros llevaban colores y papel para decorar juntos el aula.
Un tiempo después, la señora Gruñona se convirtió en la señora Alegre, y su escuela, antes sombría, ahora era un lugar donde la creatividad tenía alas.
Un día, el rey del pueblo se enteró de cómo la escuela se había transformado y quiso visitarla.
"¿Qué es lo que han hecho?", preguntó el rey.
Luciana, llena de orgullo, respondió,
"¡Enseñamos a nuestra maestra a soñar!"
El rey sonrió y dijo,
"Entonces están en el camino correcto. Nunca dejen de soñar, porque los sueños pueden cambiar el mundo."
Y así, Luciana y sus amigos aprendieron que la creatividad no solo vive en las historias, sino en los corazones de quienes se atreven a soñar.
Y colorín colorado, este cuento de sueños y creatividad ha terminado.
FIN.