Luciano y la canasta imposible


Había una vez en el barrio de Villa Olímpica, un niño llamado Luciano que era apasionado por el básquet.

Todos los días después de la escuela, se iba a la canchita del parque a practicar tiros al aro y driblar como su ídolo Manu Ginóbili. Un sábado por la mañana, mientras Luciano estaba practicando sus tiros de tres puntos, un grupo de chicos más grandes se acercó y comenzaron a burlarse de él.

"Miren al enano intentando jugar al básquet", se reían los chicos. Luciano sintió un nudo en la garganta pero decidió no rendirse. Respiró profundo y les dijo con determinación: "Yo puedo jugar tan bien como ustedes, solo necesito practicar".

Los chicos más grandes se rieron aún más fuerte y le dijeron: "Está bien, te daremos una oportunidad. Si logras anotar este tiro desde la mitad de la cancha, te dejaremos jugar con nosotros".

Luciano tomó el balón con confianza, concentrándose en el aro y recordando todos los consejos que había aprendido viendo partidos de básquet por televisión. Dio unos pasos hacia atrás, respiró hondo y lanzó el balón con todas sus fuerzas.

Para sorpresa de todos, ¡el balón entró limpiamente en el aro! Los chicos más grandes quedaron boquiabiertos y sin palabras. Luciano saltaba de alegría mientras ellos cumplían su palabra y lo invitaron a jugar en su equipo.

Desde ese día, Luciano demostró que no importa cuán pequeño o joven seas, si tienes pasión y dedicación puedes lograr cualquier cosa. Se convirtió en una estrella del básquet del barrio e inspiró a muchos otros niños a seguir sus sueños sin importar las dificultades que encuentren en el camino.

Y así, Luciano Güemes siguió jugando al básquet cada día con una sonrisa en su rostro, recordando siempre que nunca hay que darse por vencido ante los desafíos que se presenten en la vida.

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