Lucio, el Pequeño Estrella



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Obera, donde todos conocían a Lucio. Era un niño carismático y talentoso, siempre quería ser el centro de atención. Tenía un talento especial para contar historias y más de una vez había sido el protagonista de las obras de teatro de la escuela. Lucio disfrutaba ser el mejor en todo lo que hacía, pero había algo que no notaba: sus amigos estaban empezando a sentirse un poco dejados de lado.

Un día, la maestra anunció un concurso de talentos en la escuela y Lucio no podía contener su emoción.

- “¡Voy a ganar! Vengan a verme, ¡seré el mejor! ” - gritó mientras saltaba de alegría. Sus amigos se miraron y sonrieron, pero un pequeño murmullo de inquietud se alzó entre ellos.

Frente al escenario, Lucio practicaba su actuación todas las tardes, y aunque sus amigos querían ayudarlo con ideas, él solo quería brillar.

- “No necesito que me ayuden. Ya tengo todo planeado.” - dijo Lucio con confianza.

El día del concurso llegó. Todos estaban ansiosos. Lucio se preparó y salió al escenario con una gran sonrisa, pero a mitad de su actuación, escuchó risas. Se dio vuelta, y vio que algunos de sus compañeros estaban bromeando entre ellos.

- “¡Silencio! ¡Estoy en medio de algo increíble! ” - reclamó, pero las risas no se detuvieron.

Después de su actuación, Lucio se sintió devastado. A pesar de su esfuerzo, se dio cuenta de que no estaba disfrutando su momento, y que sus amigos, que normalmente lo apoyaban, estaban distanciados.

- “¿Por qué no me prestaron atención? ” - preguntó triste.

- “Porque solo hablas de ti, Lucio. Nunca preguntás cómo estamos.” - respondió su amiga Clara.

Lucio hizo una pausa y se dio cuenta de que había estado tan concentrado en brillar, que había olvidado disfrutar de la compañía de sus amigos. En ese momento, decidió que quería cambiar.

Al siguiente día, Lucio se acercó a sus amigos y les propuso algo diferente.

- “Vamos a hacer un espectáculo juntos, todos podemos brillar.” - sugirió. Se les iluminó la cara.

- “¡Buena idea, Lucio! ” - exclamó Tomi, uno de sus amigos.

Juntos, comenzaron a ensayar un recorrido lleno de magia, donde cada uno tenía su momento especial. Lucio aprendió a escuchar y a valorar la creatividad de sus amigos.

El día del nuevo espectáculo, Lucio se sintió nervioso, pero esta vez, también emocionado por lo que harían juntos. Cuando llegó su turno, en lugar de hacer todo él solo, hizo un guiño a sus amigos.

- “¡Ahora, todos juntos! ” - dijo Lucio, y el público aplaudió con entusiasmo.

Al final, todos los niños se sintieron como verdaderas estrellas y Lucio se dio cuenta de que incluso si no siempre era el centro de atención, hacer sentir a los demás igual de especiales era mucho más gratificante.

Después de la función, sus amigos lo abrazaron.

- “¡Sos el mejor, Lucio! ” - dijeron, y él sonrió con alegría.

Desde ese día, aprendió a compartir la luz del escenario y a disfrutar no solo de ser el protagonista, sino de ser parte de un gran equipo. Y así, el pequeño Lucio se convirtió en un gran amigo y siempre se recordarían de él como la verdadera estrella del pueblo de Obera, no solo por su talento, sino también por su corazón.

FIN.

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