Luis Francisco y la Fiesta de la Amistad
Había una vez, en un pequeño barrio de Argentina, un niño llamado Luis Francisco Daza Martínez. Luis era muy tierno, amable y amoroso. Siempre buscaba hacer nuevos amigos y pasar tiempo con sus seres queridos. La comida favorita de Luis era la sopa de coditos, el huevito, el arroz, el queso panela, las enfrijoladas rellenas, la zanahoria, el elote hervido, la manzana y las uvas.
Un día soleado, Luis decidió que quería organizar una Fiesta de la Amistad en su casa. Estaba seguro de que a todos sus amigos les encantaría y querían pasar un buen rato juntos. Así que, con mucha emoción, se puso a planear todo.
"Voy a invitar a todos mis amigos y a mi familia", pensó. "Voy a hacer mi famosa sopa de coditos y preparar muchas cosas ricas".
Luis comenzó a hacer las invitaciones. Fue de casa en casa, diciendo: "¡Hola! Estoy organizando una Fiesta de la Amistad en mi casa. ¡Te invito!". La mayoría de sus amigos se alegraron mucho y aceptaron la invitación con una gran sonrisa.
El día de la fiesta, Luis estaba ansioso pero también emocionado. Había decorado su casa con globos de colores y guirnaldas. Cuando sus amigos llegaron, todos estaban muy contentos.
"¡Hola, Luis! ¡Qué lindo el lugar!" -exclamó Sofía, su mejor amiga.
"Gracias, Sofía! ¡Me alegra que hayas venido!" -respondió Luis, con una gran sonrisa.
Luis había preparado toda su comida favorita. Sus amigos disfrutaron de la sopa de coditos y todos se sirvieron un gran plato de enfrijoladas rellenas. Mientras comían, contaban historias divertidas y se reían a carcajadas.
Sin embargo, en medio de las risas, Luis se dio cuenta de que Juan, un compañero nuevo de la escuela que no conocía muy bien, estaba un poco apartado y no se reía tanto como los demás.
Luis se acercó a él y le preguntó: "¿Todo bien, Juan? ¿Por qué no estás comiendo tanto?"
"Es que me siento un poco tímido, no conozco a muchos chicos aquí" -respondió Juan, mirándolo con un poco de tristeza.
Luis, que era un niño muy amoroso, decidió hacer algo al respecto. "Ven, ven a sentarte conmigo. Todos aquí son muy divertidos. Te prometo que te vas a divertir mucho".
Juan sonrió levemente y se unió a la mesa con Luis. Luis le presentó a los demás: "Chicos, este es Juan, vamos a hacer que se divierta hoy!".
Los amigos de Luis, inclusivos como él, comenzaron a hablar con Juan y a hacerlo sentir bienvenido. Pronto, Juan se unió a las risas y se sintió parte de la fiesta.
A medida que pasaba el tiempo, Luis se aseguró de que nadie se sintiera excluido. Hizo un juego de escondidas y, una vez más, hizo que Juan se sintiera cómodo al unirse a todos.
"¡Juan, tenés que contar hasta diez y buscarnos!" -dijo Sofía mientras se escondía detrás de un arbusto.
"¡Sí, no te preocupes! Esto es muy divertido" -dijo Juan, con más confianza.
La fiesta continuó y todos se divirtieron mucho. Cuando llegó el momento del postre, Luis tenía una gran sorpresa: había traído un enorme tazón de uvas y manzanas para todos.
"¡Hora de los postres!" -anunció Luis, mientras todos aplaudían.
La fiesta fue un éxito, y al final del día, Juan se acercó a Luis y le dijo: "Gracias, Luis. Hoy fue un día muy especial para mí. Me siento parte de este grupo de amigos".
Luis sonrió y le respondió: "No hay de qué, Juan. Eso es lo que hacen los amigos, se cuidan y se hacen sentir bienvenidos".
Así, en la Fiesta de la Amistad, Luis Francisco no solo había celebrado la amistad, sino también había aprendido lo importante que es incluir a los demás y hacer nuevos amigos. Desde ese día, Luis y Juan se convirtieron en grandes amigos, y fuertemente unidos, disfrutaron de muchas más aventuras juntos.
Y así, el amor y la amabilidad de Luis Francisco Daza Martínez iluminaron el corazón de muchos, enseñando que la verdadera amistad es compartir momentos bellos, cuidar a los demás y siempre hacer sentir a todos como parte de un gran abrazo.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.