Luis y el Gran Banquete de Sabores



En una colorida ciudad llena de luces y risas, vivía un niño llamado Luis. Luis era muy ingenioso, pero había un pequeño problema... ¡no le gustaba comer! A su mamá, la señora Marta, le preocupaba que Luis no probara más que un par de cosas en la mesa. Ella siempre decía:

"Tenés que comer bien, Luis, para crecer fuerte y sano."

Pero Luis hacía pucheros y respondía:

"Pero mamá, no me gusta nada de lo que hay en el plato. Todo sabe raro."

Un día, la mamá de Luis tuvo una idea brillante. Decidió organizar un día especial, al que llamó "El Gran Banquete de Sabores". Invitó a todos los amigos de Luis y preparó una mesa llena de alimentos de todos los colores y formas.

"Luis, ¿qué te parece si hacemos un juego?", propuso la señora Marta.

Luis la miró curioso.

"¿Qué tipo de juego?"

"Vas a probar cada plato y, si te gusta, ganarás una estrella dorada. ¡El que más estrellas tenga al final del día se convertirá en el Rey o la Reina de los Sabores!"

La idea le pareció divertida a Luis, así que se entusiasmó y aceptó participar.

El primer plato en la mesa fue una ensalada de colores con tomates, lechuga y zanahorias.

"¡Mirá cuánto color tiene!", dijo su amiga Sofía.

"Sí, parece un arcoíris", contestó Luis, mientras se acercaba al plato.

Con una pequeña sonrisa, dio un mordisco a un tomate.

"¡Sabía dulce!", exclamó sorprendido.

"¡Estrella dorada!", gritó Sofía, levantando una estrella brillando en su mano.

Luis estaba contento y decidido a seguir probando más cosas.

Más adelante, llegó el turno de una sopa de calabaza que olía increíble.

"Es hora del desafío número dos", anunciaba su mamá.

Luis tomó la cuchara con un poco de temor.

"No sé, mamá..."

"¡Solo prueba una cucharadita!"

Luis dio una pequeña probada.

Rápidamente alegó:

"¡Es como un abrazo calientito!"

"¡Estrella dorada aquí también!", dijo Sofía, y así Luis comenzó a acumulárselas.

Pero luego llegó un plato que a Luis le parecía un monstruo espagueti.

"¿Qué es esto?"

"Son fideos al pesto, Luis. ¡Son divinos!", insistió su amiga.

Luis miró los espaguetis.

"Pero parecen serpientes..."

"¡Sorpresa!", gritó Sofía.

Luis se armó de valor. Con un gran sorbo probó un poco de pesto con albahaca.

"¡Sabe a aventura!", afirmó emocionado.

Para su sorpresa, Luis sintió que estaba comenzando a disfrutar. A lo largo de la tarde, fue probando todo tipo de alimentos: frutas, verduras, carnes y hasta pasteles.

Cada vez que le gustaba algo, recibía una estrella.

Los amigos de Luis también participaban en el juego, ¡y su entusiasmo se transmitía! Sin darse cuenta, se había divertido tanto probando nuevas comidas que se olvidó de que había estado muy reacio a probarlos.

Cuando llegó el momento de contar las estrellas al final del banquete, todo el mundo se sorprendió.

"Luis, ¡tenés un montón de estrellas! ¡Sos el Rey de los Sabores!"

Luis estaba rebosante de alegría.

"¡Gracias a todos!", exclamó.

La señora Marta, aplaudiendo, se acercó.

"Luis, este es solo el comienzo, ahora no tenés miedo de probar cosas nuevas. ¿Qué vas a probar mañana?"

Luis, pensando por un momento, contestó:

"Quiero probar ese filete de pescado que vi en el mercado. ¡Seguramente será increíble!"

Y así, Luis descubrió que probar nuevos sabores era como un buen juego lleno de sorpresas. Ya no le tenía miedo a la comida y cada día estaba listo para una nueva aventura culinaria.

Luis aprendió que la comida no solo era necesaria, sino que también podía ser divertida, deliciosa y emocionante. Desde ese día, la mesa de Luis se llenó de risas y colores, y nunca más se sintió solo en la cocina.

Y siempre recordaba el gran banquete, donde conoció a muchos nuevos amigos... y a muchos nuevos sabores.

FIN.

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