Luis y las Normas del Laboratorio de Computación



En el colegio San Pedro, donde las computadoras brillaban como estrellas de tecnología, vivía un niño curioso llamado Luis. A Luis le encantaba la informática, soñaba con ser un gran programador y crear juegos increíbles. Pero había algo que siempre le daba un poquito de miedo: el laboratorio de computación.

Un día, la maestra Sofía anunció que tendrían su primera clase de computación del año. Todos los chicos de quinto grado estaban emocionados. "¡No puedo esperar para jugar con las computadoras!" - gritó Martina, una de sus amigas. "Yo quiero aprender a hacer cuentos interactivos" - agregó Nacho, otro compañero. Pero Luis estaba nervioso.

Cuando llegaron al laboratorio, Luis se dio cuenta de que había carteles con normas pegados en las paredes. La maestra Sofía empezó a leerlas en voz alta: "Norma número uno: Siempre hay que lavarse las manos antes de usar las computadoras". Luis pensó que era una buena idea, aunque no sabía si se ensuciaría las manos con las computadoras.

Sofía continuó: "Norma número dos: No comer ni beber cerca de las computadoras". Luis siguió prestando atención hasta que su estómago hizo un ruido y todos los chicos se rieron. "¡Yo no estaba comiendo!" - se defendió, aunque en verdad había tomado un sorbo de su jugo antes de entrar.

Las normas siguieron. "Norma número tres: No tocar la computadora de los demás sin permiso". Luis, que había visto a su amigo Pablo intentar cambiar la configuración de la computadora de otro chico, se sintió un poco mal. "¿Qué pasará si se rompen la computadora?" - preguntó con medio temor.

"Es por eso que debemos ser responsables" - respondió la maestra, sonriendo. Luis sintió que, tal vez, esas normas eran para proteger a todos y no solo para molestar.

Cuando finalmente llegaron al momento de trabajar en las computadoras, Luis se sentó frente a una de ellas, sintiendo ese cosquilleo de emoción. "¡Ahora a diseñar mi juego!" - pensó. Pero, al intentar activar su computadora, se dio cuenta de que algo no funcionaba. "¡Maestra! ¡No enciende!" - gritó, un poco asustado.

Sofía se acercó rápidamente. "Luis, ¿has comprobado si está bien conectada?"Luis, medio avergonzado, se agachó y pudo ver que sí, la computadora estaba desenchufada. "¡Ups! No me di cuenta!" - dijo, sintiendo un alivio al enchufarla correctamente. La maestra se rió con él y le dijo: "Recuerda, siempre hay que revisar antes de rendirse".

Por fin, Luis empezó a improvisar su juego. Sin embargo, de repente, escuchó un griterío. Era Pablo, que había derramado su bebida sobre el teclado de otra computadora. "¡Ay, no!" - decían todos, mientras Sofía corría hacia Pablo, que ahora estaba con cara de preocupación.

Luis sintió un impulso. Recordó la norma de no comer ni beber cerca de las computadoras. González, su amigo, lo miró preocupadísimo. "No es para reirse, Luis. Tendremos que ayudarte, Pablo".

Juntos, decidieron ayudar a limpiar. "Pero hay que seguir las normas" - propuso Luis, que ahora se sentía como un pequeño héroe. Al final, los tres se pusieron a ayudar y, aunque hicieron un poco de lío, aprendieron la importancia de cuidar el lugar donde trabajaban.

Cuando terminó la clase, todos estaban cansados pero felices. "¡Hoy aprendí un montón!" - exclamó Martín. "Sí, y no solo de computación" - agregó Luis sonriendo. "Aprendí que debemos cuidar nuestro entorno y a los demás también".

Desde ese día, Luis se convirtió en el "embajador de las normas" entre sus compañeros, recordándoles siempre que la tecnología es maravillosa, pero debemos usarla con responsabilidad. Y así, en el Colegio San Pedro, aprender sobre computación se volvió mucho más divertido y, sobre todo, lleno de buenos valores.

FIN.

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