Luisa, Liah y el Monstruo de la Suciedad



Había una vez en una pequeña ciudad, dos amigas inseparables: Luisa y Liah. Un día, mientras jugaban en el parque, escucharon unos rumores muy extraños.

"¿Escuchaste eso, Liah?" - preguntó Luisa, curiosa.

"Sí, dicen que hay un monstruo que vive en la basura. ¡Es horrible!" - respondió Liah, frunciendo el ceño.

Intrigadas por las historias, decidieron que tenían que investigar. Al acercarse al barrio donde se decía que vivía el monstruo, se encontraron con un gran cartel que decía: "Prohibido acercarse al Monstruo de la Suciedad".

"¿Y si nosotros hacemos algo diferente?" - sugirió Luisa, mientras su mente rebosaba de ideas.

"Sí, quizás podamos hacerle una visita. Tal vez no sea tan malo como dicen." - agregó Liah con un brillo de aventura en los ojos.

Pese a las advertencias, las dos amigas se adentraron en el área y, ¡para su sorpresa! , no encontraron un monstruo gigante y aterrador. En lugar de eso, vieron una criatura triste, cubierta de desperdicios y con ojos llorosos.

"Hola, ¿estás bien?" - preguntó Luisa, acercándose al monstruo con cuidado.

"No... nadie quiere ser mi amigo porque soy el Monstruo de la Suciedad. Cada vez que me ven, huyen asustados." - respondió el monstruo, su voz sonaba apagada.

"Pero, ¿por qué te llaman así?" - indagó Liah, interesada en saber más.

"Porque, como ven, vivo entre la basura. Pero en realidad, sólo quiero que la gente recoja sus cosas y cuide de su entorno," - explicó el monstruo, con un tono de tristeza.

Luisa y Liah se miraron. No podían creer que el monstruo sólo deseaba que las personas fueran más responsables.

"Podemos ser tus amigas si nos ayudas a que otros entiendan esto." - propuso Luisa entusiasmada.

"Pero, ¿cómo lo haremos?" - preguntó Liah, emocionada.

El monstruo sonrió por primera vez.

"Pueden ayudarme a hacer que la gente vea que la suciedad no es divertida y que cuidar del planeta es importante. ¡Juntos podemos organizar una gran limpieza!" - dijo, llevándose una de sus patas de tristeza a la boca.

Y así, las tres empezaron una misión. Luisa, Liah y el Monstruo planearon un evento en la ciudad: las "Jornadas de Limpieza Amistosas", donde todos los niños y sus familias podían participar. Había música, juegos, y el gran premio: un picnic al final.

"¿Qué tal si hacemos carteles y repartimos folletos?" - propuso Liah, ya pensando en cómo atraer a la gente.

"¡Buena idea! Y también podemos contarles sobre el Monstruo de la Suciedad y cómo él simplemente quiere que mantengamos limpio nuestro hogar." - añadió Luisa con determinación.

Con esfuerzo y entusiasmo, las tres trabajaron incansablemente. Al día del evento, fueron llegando niños con sus familias, intrigados por la invitación. El Monstruo de la Suciedad estaba nervioso, pero Luisa y Liah le aseguraron que todo saldría bien.

El evento empezó y las familias comenzaron a escuchar la historia del monstruo. Al principio, algunos se mostraron escépticos.

"¡Es un monstruo, es peligroso!" - exclamó un niño entre la multitud.

Pero Luisa y Liah, sin dudar, intervinieron.

"No, ¡él solo quiere proteger nuestro planeta! Si lo escuchan, entenderán que hay que cuidar la tierra y el entorno donde vivimos." - dijeron al unísono.

Poco a poco, las personas comenzaron a ver al monstruo de una manera diferente. Entre risas, juegos y trabajo en equipo, el Monstruo de la Suciedad mostró lo importante que es cuidar nuestro entorno. Al final del día, lograron llenar varias bolsas de basura. Ya nadie veía al monstruo con miedo; en su lugar, valoraban su mensaje.

"¡Lo logramos! Ahora la gente te ve como un amigo, no como un monstruo!" - exclamó Liah, saltando de alegría.

"Gracias, chicas. No solo cuidaron de mí, también cambiaron la forma en que los demás piensan sobre la suciedad." - dijo el monstruo, con lágrimas de felicidad.

Desde ese día, Luisa, Liah y el Monstruo de la Suciedad se volvieron inseparables y empezaron a hacer juntas campañas para mantener la ciudad limpia. Comprendieron que todos pueden ser amigos, incluso de aquellos que al principio parecen diferentes.

Y así, Luisa y Liah le enseñaron al mundo entero que la amistad puede florecer en los lugares más inesperados. ¿Quién hubiera pensado que un monstruo podría ser tan valioso, después de todo? Con ganas de seguir cuidando la tierra, se prometieron que durante sus aventuras, jamás dejarían de cuidar lo que más amaban: su hogar.

FIN.

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