Luisa y el País de los Sueños



Era una vez una niña llamada Luisa, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos diáfanos. A Luisa le encantaba explorar los bosques y soñar con aventuras fantásticas. Un día, mientras paseaba por el bosque, vio un destello brillante entre los árboles.

"¿Qué será eso?", se preguntó Luisa, intrigada.

Se acercó y encontró una pequeña puerta dorada en un tronco de un árbol enorme. Sin pensarlo dos veces, decidió abrirla. Para su sorpresa, se encontró en un país maravilloso lleno de criaturas mágicas. Había dragones que podían volar, unicornios que galopaban por praderas de flores y hadas que danzaban en el aire.

"¡Hola!", le dijo un dragón de escamas color esmeralda. "Soy Fuego. Bienvenida al País de los Sueños. ¿Qué te trae aquí?"

"Hola, Fuego. Soy Luisa, vine a explorar y soñar un poco más", respondió tímidamente.

Fuego sonrió y le ofreció dar un paseo en su lomo. Ella aceptó encantada. Juntos volaron por encima de campos cubiertos de arcoíris y lagos resplandecientes.

"¿Puedo quedarme aquí un tiempo?", preguntó Luisa.

"Claro. Pero recuerda que aquí el tiempo pasa diferente", contestó el dragón. "Un día aquí puede ser una semana allá en tu mundo."

Luisa no se percató de la importancia de esas palabras y comenzó a disfrutar de su nueva vida. Aprendió a hacer pociones con las hadas, a bailar con los duendes y a escuchar las historias de ancianos árboles que hablaban. Todo era diversión y alegría, hasta que un día, mientras recogía flores, se encontró con un grupo de animales que parecían preocupados.

"¿Qué sucede?", preguntó Luisa, acercándose con curiosidad.

"Una sombra oscura ha llegado a nuestro hogar. Está asustando a todos y se roba la alegría", explicó una pequeña ardilla.

"Debemos hacer algo", dijo Luisa, recordando que siempre había sido valiente.

"¿Y cómo?", preguntó Fuego, que había llegado volando.

"Tal vez haya que enfrentarla. No podemos dejar que nuestro país mágico pierda su color", sugirió Luisa con determinación.

Y así, junto a sus nuevos amigos, Luisa ideó un plan. Usaron las pociones de las hadas, las historias de los árboles y la valentía de Fuego. Juntos se acercaron a la fuente de la oscuridad y descubrieron que sólo era un viejo espíritu que había perdido su alegría.

"¿Por qué traes tristeza a este lugar?", le preguntó Luisa al espíritu.

"Hace mucho, perdí mi hogar y la esperanza. Desde entonces, solo he traído sombra donde voy", respondió el espíritu.

"No podemos llorar por lo que se ha perdido. Te invitamos a quedarte con nosotros. Aquí hay muchas alegrías que puedes descubrir", propuso Luisa.

El espíritu se quedó pensativo, y al ver la bondad de Luisa y la calidez de sus amigos, comenzó a sonreír. Con el tiempo, el color regresó al País de los Sueños, y el antiguo espíritu se convirtió en un amigo que compartía su magia.

Luisa pronto comprendió que debía regresar a casa, pero sus amigos no la dejaron partir sin una promesa.

"Vuelve a visitarnos, Luisa. No te olvides de la magia de la amistad", le dijo Fuego con tristeza.

Luisa prometió que lo haría y al abrir de nuevo la puerta dorada, sintió que llevaba en su corazón un pedacito de ese mundo mágico. Desde ese día, se convirtió en una embajadora de alegría, llevando siempre consigo la esperanza y la bondad, y recordando que incluso en los momentos oscuros, la amistad puede iluminar el camino.

Fin.

FIN.

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