Luisito el niño que no quería que le abracen
Había una vez, en un pequeño y colorido barrio, un niño llamado Luisito. Luisito era un niño amable y muy divertido, pero tenía una peculiaridad: ¡no le gustaba que le abrazaran!
Un día soleado, Luisito estaba jugando en el parque con sus amigos, cuando Sofía, su mejor amiga, corrió hacia él con una gran sonrisa.
"¡Luisito! ¡Mirá lo que encontré!" - gritó Sofía, agitando en el aire un frisbee nuevo.
"¡Qué bueno!" - respondió Luisito, pero cuando Sofía se acercó para darle un abrazo de alegría, él se apartó rápidamente.
"No, Sofía, no me abraces, por favor" - dijo, algo incómodo.
"¿Por qué?" - preguntó Sofía, frunciendo el ceño.
Luisito pensó un momento y respondió:
"No sé, simplemente no me gusta. Me siento raro cuando lo hacen".
Los días pasaron y Luisito seguía jugando con sus amigos, pero las cosas empezaron a cambiar cuando un nuevo niño llegó al barrio, llamado Tomás. Tomás era muy cariñoso y cada vez que jugaba, no perdía la oportunidad de abrazar a quienes lo rodeaban.
Una tarde, mientras todos jugaban a las escondidas, Tomás encontró a Luisito detrás de un arbusto y, al ver su sonrisa, lo abrazó fuertemente.
"¡Luisito! ¡Sos el mejor!" - exclamó Tomás emocionado.
Luisito se sintió abrumado y rápidamente se liberó del abrazo.
"¡No, Tomás! ¡No me abrazes!" - protestó.
Tomás se quedó sorprendido.
"¿Por qué no?" - preguntó con curiosidad.
Luisito miró a su alrededor y vio a los demás niños observando.
"No sé, no sé si me gusta…" - balbuceó.
Esa noche, mientras Luisito se preparaba para ir a dormir, comenzó a pensar en todos esos momentos en los que sus amigos se acercaban a abrazarlo, pero él se apartaba.
"¿Estaré perdiéndome de algo?", se preguntó. Al día siguiente, decidió hacer un experimento. Quería intentar abrazar a sus amigos. Tal vez era hora de enfrentar su miedo.
Cuando llegó al parque, vio a Sofía jugando con una pelota. Se acercó y, con un poco de nervios, dijo:
"Hola, Sofía. ¿Te puedo dar un abrazo?"
Sofía, sorprendida, sonrió y respondió:
"¡Claro que sí, Luisito!"
Luisito se acercó y le dio un abrazo. Para su sorpresa, sintió una calidez y una felicidad que nunca había experimentado.
"¡Ves! No está tan mal, ¿no?" - dijo Sofía riendo.
A medida que pasaban los días, Luisito comenzó a dar más abrazos y, poco a poco, se dio cuenta de que no solo le gustaban, sino que también le hacían sentir más conectado con sus amigos. Aunque al principio le había costado, se sentía feliz de haber dado ese primer paso.
Una tarde, Luisito se sentó con Tomás y le dijo:
"Che, gracias por ser tan amable y abrazar a todos. La verdad es que eso me hizo darme cuenta de que a veces necesitamos un abrazo para sentirnos mejor".
Tomás sonrió de oreja a oreja y respondió:
"¡A mí me encanta abrazar! Los abrazos son como un poco de calor en el corazón".
Desde ese día, Luisito no solo se convirtió en el niño que dio abrazos, sino que también entendió que estar abierto a nuevas cosas podía cambiar su perspectiva. No estaba mal expresar lo que sentía, y que un abrazo podía ser una pequeña pero poderosa forma de mostrar cariño.
Al final, Luisito descubrió que los abrazos son importantes y que una simple muestra de afecto puede hacer que todos se sientan felices y conectados. Y así, el niño que una vez no quería que lo abrazaran, ahora lideraba un movimiento de abrazos en el parque, con una gran sonrisa en su rostro y una cálida recompensa en su corazón.
FIN.