Luisito y El Poder de la Amistad
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía Luisito, un niño un poco diferente a los demás. Le encantaba dibujar, leer y descubrir cosas nuevas. Sin embargo, en la escuela, no era muy popular. Muchos de sus compañeros se burlaban de él.
Un día, mientras Luisito estaba solo en el patio, un grupo de chicos se acercó.
"¿Qué hacés, Luisito? ¿Dibujando para tus amigos imaginarios?" - se reía Julián, el más fuerte del grupo.
"Dejá de molestar, Julián" - dijo una chica del fondo, pero ya era tarde. Luisito se sintió herido y se alejó.
Después de esas burlas, Luisito decidió que debía cambiar. Se puso a practicar deportes y comenzó a copiar a sus compañeros. Pero nada funcionó. Después de muchas tries, se sentía más solo que nunca.
Una tarde, mientras dibujaba en su casa, su abuela entró al cuarto.
"Ay, Luisito, ¿por qué lucís tan triste?" - le preguntó.
"Porque nadie me quiere, abuela. Intenté ser como ellos, pero no soy así". - respondió con los ojos llenos de lágrimas.
La abuela se sentó a su lado y le dijo:
"Luisito, a veces la clave para ser aceptado es ser uno mismo. Las cosas que te hacen diferente, también son las que te pueden hacer especial".
Con estas palabras en mente, al día siguiente en la escuela, decidió que no se cambiaría por el grupo. En lugar de eso, llevó sus dibujos a clase. Cuando los demás lo vieron, quedaron intrigados.
"¿Qué es eso, Luisito?" - preguntó Mateo, uno de los compañeros que normalmente se reía de él.
"Es un cómic que hice. Cuenta la historia de un dragón que quiere ser amigo de un niño" - contestó Luisito, entusiasmado.
Con curiosidad, algunos compañeros se acercaron a mirar.
"Puedo leerlo?" - dijo una chica tímida llamada Sofía.
"¿Enserio les interesa?" - preguntó Luisito con sorpresa.
"Sí, mostralo" - dijeron varios a la vez, y Luisito sintió una pequeña chispa de esperanza.
A partir de ese día, su pasión por el dibujo se volvió el puente para una nueva amistad. Poco a poco, sus compañeros comenzaron a apreciarlo. Aquella tarde, en el patio, se escuchaba:
"¡Hagamos una competencia de cómics!" - propuso Mateo. Todos estaban entusiasmados.
Pasaron las semanas y Luisito se sentía cada vez más incluido en el grupo.
"Nunca pensamos que eras tan talentoso, Luisito" - le dijo Julián un día, mientras compartían sus cómics en el aula.
"Gracias, me alegra que les guste" - respondió con una gran sonrisa.
Pero un día, ocurrió algo inesperado. Un nuevo chico llegó a la escuela, se llamaba Andrés y no parecía encajar. Desde su primer día, Luisito recordó lo que se sentía estar solo.
"¿Por qué no te sentás con nosotros, Andrés?" - le dijo a los demás, y juntos, invitaron al nuevo.
"De verdad? ¡Gracias!" - respondió Andrés, y su rostro iluminó.
Luisito, que antes había sido el niño rechazado, decidió hacer lo que su abuela le había enseñado: ser amigo. Pronto, Andrés se unió a sus sesiones de dibujo y se volvió parte del grupo.
"Luisito, sos un buen amigo, no te olvides de nunca cambiar" - le dijo Andrés en una de las juntas. Luisito sonrió, ahora sabía que la amistad real no depende de ser igual, sino en la aceptación y el apoyo mutuo.
Y así, Luisito no solo ganó amigos, sino que también se convirtió en un líder en su grupo, usando su arte para unir a todos. Jazmín, Sofía, Mateo y Julián aprendieron que, aunque a veces es difícil ser diferente, lo que realmente importa es ser uno mismo y tender una mano a aquellos que necesitan apoyo.
Desde entonces, los corazones de los niños resonaban en la escuela, llenándose de risas, dibujos y amistad. Luisito comprendió que lo que importa en la vida es no cambiar quién eres, porque tu diferencia es tu fuerza. Y Luisito aprendió a volar con sus propios colores.
FIN.