Lulu la Ardilla y la Semilla Mágica



Era una hermosa mañana en el bosque, y los árboles comenzaron a vestirse de tonos amarillos y naranjas. Lulu, la ardilla más alegre de todo el bosque, saltaba de rama en rama, recolectando nueces para el invierno. Pero al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que algunos de sus amigos no tenían suficiente comida para sobrevivir a la temporada de frío.

Mientras buscaba más nueces, Lulu encontró algo sorprendente: una semilla enorme y brillante, que parecía enraizada en la tierra con un destello mágico. Intrigada, decidió llevarla a casa.

"¡Mirá lo que encontré!" - dijo Lulu, mostrando la semilla a su amigo Tito, el conejo.

"¡Es gigante!" - exclamó Tito, asombrado.

"¡Creo que es mágica! Tal vez podría dar más comida para todos nosotros", sugirió Lulu con entusiasmo.

Decidida a ayudar a sus amigos, Lulu reunió a todos, incluidos un viejo búho, una dulce ardilla voladora y una pareja de patos. Les explicó su plan de plantar la semilla mágica para obtener más alimento.

"Pero, Lulu, ¿y si no crece?" - preguntó la ardilla voladora, preocupada.

"No importa, amigos. Estoy dispuesta a compartir lo poco que tengo. ¡Solo hay que intentarlo!"

Los demás animales apoyaron la idea de Lulu. Así que juntos cavaron un agujero y plantaron la semilla en el centro del claro del bosque. Cada día, Lulu la regaba con ternura y, a su vez, repartía lo que tenía entre sus amigos, desde frutas hasta nueces.

Pero el tiempo pasaba y la semilla no germinaba. Después de días de trabajo, Lulu comenzó a sentir la preocupación en su corazón. Tal vez había sido un error. Se preguntaba si había hecho bien al repartir su comida cuando ella misma empezaba a pasar hambre. Pero siempre sonreía, porque ver a sus amigos felices la hacía sentir plena.

Una noche, mientras dormían, un viento suave sopló por el bosque, trayendo consigo una lluvia de estrellas. En medio de ese olor a tierra fresca, la semilla comenzó a brillar con una luz resplandeciente. Al amanecer, Lulu y los amigos fueron despertados por una melodiosa música que provenía del claro. Cuando salieron, se quedaron boquiabiertos: ante ellos había crecido una planta imponente, repleta de frutas de todos los colores.

"¡Miren!" - gritó Lulu con felicidad.

"¡Es increíble!" - exclamó Tito, recolectando una fruta roja del árbol.

"¡Gracias, Lulu!" - dijeron los animales mientras llenaban sus barriguitas hambrientas.

Lulu observaba a sus amigos disfrutar, y su corazón se llenó de alegría. Aunque había estado preocupada, se dio cuenta de que su bondad había traído una magia aún más grande.

Sin embargo, esa alegría no tardó en quitarse un poco cuando una sombra apareció sobre ellos. Era el viejo zorro, que siempre había tenido la fama de ser astuto y egoísta. "¿Qué hacen aquí, pobres animalitos?" - dijo burlonamente, acercándose al árbol.

"Esta planta es de todos nosotros, y tiene suficiente comida para compartir" - respondió Lulu, intentando ser valiente.

"¿Quieren compartir algo con un viejo zorro, eh?" - él rió, acercándose al árbol.

Pero Lulu no se rindió:

"Si decides ser parte de esto, también podrás disfrutar de estos frutos. Todos estamos formando una comunidad para ayudarnos, incluso tú."

El zorro pareció dudar. Nunca había escuchado algo así antes.

"Pero, yo... no sé si puedo confiar en ustedes."

"Te prometo que aquí encontramos siempre algo para compartir, y no tienes que estar solo." - le ofreció Lulu.

Después de un intenso silencio, el zorro miró los rostros alegres de los animales. Finalmente, un destello de comprensión brilló en sus ojos. "Está bien, supongo que puedo intentarlo."

Así, el viejo zorro visitó al grupo diariamente, aprendiendo la importancia de la amistad y la generosidad. Desde entonces, el bosque se llenó de cantos, risas y colores, unidos por una cosa simple: la bondad de una ardilla llamada Lulu y su semilla mágica.

Así, el invierno llegó, pero todos tenían suficiente comida, y más que eso: tenían la amistad de Lulu y de cada uno de los animales. Fin.

FIN.

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