Lulú y la Búsqueda de los Plátanos Perdidos



Erase una vez una monita llamada Lulú que vivía en la selva lacandona de Chiapas. Lulú era muy juguetona y pasaba horas saltando de rama en rama y jugando entre los grandes platanales. Era una vida llena de alegría y risas, hasta que un día, llegó una terrible tormenta.

El viento soplaba con fuerza y la lluvia caía a torrentes. Lulú se aferró a la rama de un árbol y temblaba de miedo. Cuando la tormenta finalmente se disipó, salió a inspeccionar los daños y su corazón se hundió; todos los plátanos estaban derribados, aplastados por las ramas caídas.

"¡Oh no! ¿Qué vamos a hacer, mamá?"- preguntó Lulú, mirando desesperadamente a su madre, que se veía tan preocupada como ella.

"No lo sé, Lulú. Necesitamos comida para todos, y ahora no hay plátanos"- respondió su madre, con una sombra de preocupación en el rostro.

Lulú, sintiendo que tenía que ayudar, decidió que debía hacer algo. Recordó que su abuela le había contado sobre un hermoso lugar secreto en la selva donde crecían los plátanos más deliciosos. Entonces, reunió a sus amigos para contárselos.

"Chicos, tenemos que ir a buscar esos plátanos. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada. ¿Quién me acompaña?"- pidió con determinación.

Los amigos de Lulú, una ardilla llamada Rayo y un tucán llamado Pico, la miraron emocionados.

"¡Yo voy!"- exclamó Rayo, moviendo su cola con energía.

"Y yo también, ¡será una gran aventura!"- añadió Pico, agitando sus alas.

Sin perder tiempo, Lulú, Rayo y Pico se pusieron en marcha. Sin embargo, pronto se encontraron con un gran río que debían cruzar.

"¡Oh no! ¿Cómo pasaremos?"- se lamentó Rayo.

"No podemos darnos por vencidos ahora. Tal vez podamos buscar un tronco caído para cruzar"- sugirió Lulú, decidida.

Tras un rato de búsqueda, encontraron un tronco y lo usaron como puente. Con gran cuidado, uno a uno fueron cruzando el río. Cuando finalmente llegaron al otro lado, se escucharon risas y celebraciones, pero su alegría fue breve, ya que se encontraron con un gran macaco que guardaba la entrada al lugar secreto.

"¡Alto ahí!"- gritó el macaco, cruzando los brazos. "¿Qué quieren?"

Lulú respiró hondo y con valentía respondió:

"¡Estamos buscando plátanos! Nuestro hogar se quedó sin comida porque la tormenta derribó los platanales."-

El macaco se quedó en silencio unos momentos, y luego cuestionó:

"¿Qué me darán a cambio de los plátanos?"-

Lulú pensó rápido y respondió:

"Podemos contarte historias divertidas sobre nuestras aventuras en la selva, ¡te harán reír!"-

Intrigado, el macaco sonrió y aceptó.

Así que Lulú y sus amigos se sentaron con el macaco y le contaron historias divertidas de sus travesuras en la selva. Cada vez que el macaco reía, se hacía más amable con ellos. Al final, el macaco, divertido y contento, decidió hacerles un favor.

"Está bien, pueden llevar unos plátanos, pero vengan a contarme más historias en el futuro. ¡Me encantan!"-

Lulú, Rayo y Pico no podían creerlo. Llenaron sus manos con plátanos y emprendieron el camino de regreso a casa. Lulú se sintió feliz de haber sido valiente y de haber ayudado a su familia, pero sobre todo, de haber hecho un nuevo amigo.

Cuando regresaron, la familia de Lulú les agradeció con abrazos. No solo habían encontrado plátanos, sino que también habían aprendido que la unión y la valentía en tiempos difíciles pueden llevar a grandes resultados.

Y así, la selva volvió a resonar con las risas de Lulú y sus amigos, quienes continuaron compartiendo historias, aventuras y plátanos. Y aunque la tormenta había dejado sus marcas, la felicidad y la amistad siempre encontraban una manera de florecer.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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