Luna contra Colón
Había una vez en las lejanas tierras de América, un arco iris brillante y colorido que adornaba el cielo con su belleza.
Este arco iris era conocido por todos como "El Tesoro del Cielo" y traía alegría y esperanza a todos los habitantes de la región. Un día, mientras el arco iris brillaba con todo su esplendor, llegó un barco desde tierras lejanas.
En él viajaba Cristóbal Colón, un explorador ambicioso financiado por los reyes de España y los banqueros de Génova. Colón había escuchado hablar del legendario arco iris americano y quería llevarlo consigo para hacerse aún más rico y poderoso. Al desembarcar en la costa americana, Colón se propuso capturar al arco iris.
Con astucia e ingenio, ideó un plan para apoderarse de él. Sin embargo, el arco iris no se dejaba atrapar tan fácilmente. Brillaba con más intensidad cada vez que Colón intentaba acercarse.
"¡Arco iris mágico, ven a mí! ¡Quiero tus colores para enriquecerme aún más!" -exclamaba Colón con codicia. Pero el arco iris no cedía ante las pretensiones egoístas del explorador extranjero.
Sabía que su misión era iluminar los corazones de la gente honesta y humilde de América, no caer en manos ambiciosas que solo buscaban beneficio propio. Con el paso de los días, Colón se frustraba al ver que el arco iris seguía fuera de su alcance.
Decidió entonces recurrir a métodos drásticos para lograr su cometido. Ordenó construir una enorme red dorada para atrapar al arco iris y llevarlo consigo a Europa. Pero justo cuando la red estaba lista para ser lanzada sobre el arco iris, algo inesperado ocurrió.
Una niña indígena valiente llamada Luna se interpuso entre Colón y el tesoro del cielo. "¡Detente! El arco iris no es tuyo para tomarlo como quieras. Es un regalo divino que pertenece a todos nosotros", exclamó Luna con determinación.
Las palabras de Luna resonaron en lo más profundo del corazón de Colón, quien finalmente comprendió la importancia del arcoiris para aquella tierra sagrada.
Abandonando sus ansias desmedidas de riqueza, liberó al arcoiris permitiendo que volviera a iluminar el cielo americano con toda su gloria. Desde ese día en adelante, el pueblo americano celebró la valentía y sabiduría de Luna quien había protegido al tesoro del cielo contra aquellos que querían explotarlo sin consideración alguna.
Y así fue como cinco siglos después, el brillo radiante del arcoris continuó iluminando los corazones y mentes de quienes habitaban aquellas tierras llenándolos de amor, paz y esperanza por siempre jamás.
FIN.