Luna la Golondrina y su Amistad con Gato Pulgoso



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, una golondrina llamada Luna. Luna era una golondrina curiosa y aventurera, siempre dispuesta a explorar el mundo que la rodeaba. Un día, mientras volaba bajo el sol, escuchó un maullido que provenía de un callejón. Intrigada, decidió volar y ver qué sucedía.

Cuando llegó, encontró a un gato callejero de aspecto triste y desaliñado. Era un gato pelirrojo con un montón de pulgas que saltaban por su pelaje. Luna se acercó un poco más y, con una voz suave, le dijo:

"Hola, ¿por qué estás tan triste?"

El gato, sorprendido de ver a una golondrina tan cerca, respondió:

"Hola. No tengo a nadie con quien jugar. Todos los gatos del vecindario me evitan. Dicen que soy un gato pulgoso y que huele mal."

Luna, sintiendo compasión, decidió hacer amistad con él.

"Yo soy Luna. Me encantaría ser tu amiga. Vamos a jugar juntos."

El gato, cuyo nombre era Pulgoso, se sorprendió de la propuesta.

"¿De veras quieres jugar conmigo? Pero yo no soy muy divertido..."

"No importa! A mí no me preocupan tus pulgas ni nada de eso. Juguemos a las escondidas."

Pulgoso dudó, pero no podía resistirse a la alegría que irradiaba Luna. Así que aceptó. Comenzaron a jugar todo el día, corriendo y saltando por las macetas del vecindario. Pronto, la risa de ambos llenó el callejón. Sin embargo, al caer la tarde, el grupo de gatos del vecindario apareció, burlándose de Pulgoso.

"¡Mirá a Pulgoso, jugando con una golondrina! ¿No te da vergüenza ser tan raro?"

Luna, en lugar de asustarse, voló hacia ellos y dijo:

"No es raro tener amigos, ¿no? La amistad no depende de la apariencia. Pulgoso es divertido y tiene un gran corazón!"

Los gatos se quedaron boquiabiertos, sin saber qué responder. Pero Pulgoso se sintió avergonzado. Al darse cuenta de la actitud de los otros gatos, decidió huir al callejón. Luna, al verlo triste, lo siguió.

"Pulgoso, no debes dejar que lo que dicen los demás te afecte. Eres valioso tal como eres. Y yo estoy aquí contigo."

Pulgoso, con lágrimas en los ojos, respondió:

"Pero todos creen que soy feo y sucio. Nunca tendré un verdadero amigo."

"Pero yo soy tu amiga. Vamos a hacer algo. Te ayudaré a quitarte esas pulgas y encontraremos una forma de que los demás vean lo increíble que sos."

Y así, Luna llevó a Pulgoso a un hermoso jardín lleno de flores, donde los animales se reunían. Allí le enseñó a limpiarse y se dedicaron a jugar y a hacer nuevos amigos. Al cabo de unos días, Pulgoso lucía mucho mejor y había ganado confianza. Con el tiempo, otros gatos del vecindario comenzaron a acercarse.

"¡Vaya! No sabía que Pulgoso podía ser tan divertido!" - dijo uno de los gatos, mientras se unía al juego.

Luna sonrió, satisfecha de ver que sus esfuerzos estaban dando frutos. Creó un vínculo entre Pulgoso y los demás gatos del vecindario.

Sin embargo, un día, una fuerte tormenta se aproximó. Todos se refugiaron en un lugar seguro, pero Pulgoso, al ver a un pequeño ratón atrapado, decidió ayudarlo a salir. Sin pensarlo, corrió hacia el ratón, ignorando el peligro de la tormenta.

"¡Pulgoso, vuelve!" - gritó Luna, asustada.

Pero el gato no escuchaba. Saltó y, con un gran esfuerzo, logró sacar al ratón de su trampa. Cuando volvió, su pelaje estaba empapado y su cuerpo temblando.

"¿Estás bien?" - preguntó Luna, muy preocupada.

"Sí, estoy bien. Pero lo importante es que el ratón ahora está a salvo!"

Los demás gatos vieron lo que había hecho Pulgoso y comenzaron a murmurar entre ellos.

"Quizás no sea tan raro después de todo."

Después de la tormenta, algo maravilloso ocurrió. Los gatos se acercaron a Pulgoso y le dijeron:

"Perdón, no supimos ver lo valioso que sos. Te necesitamos en nuestro grupo."

Pulgoso, sorprendido, miró a Luna, quien le sonrió.

"Ves, te valoran ahora. Nunca dejes que lo que otros digan te afecte. La verdadera amistad y valor están dentro de uno."

Desde entonces, Pulgoso se convirtió en el héroe del vecindario, y su amistad con Luna se hizo aún más fuerte. Juntos, mostraron que no importa cómo uno se vea por fuera, lo que realmente importa es lo que llevamos dentro. Y así, cada día vivieron nuevas aventuras, demostrando que la verdadera amistad puede superar cualquier obstáculo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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