Luna, la mariposa del parque
Había una vez un hermoso parque en el que siempre brillaba el sol.
En ese lugar, vivía una pequeña mariposa llamada Luna, quien pasaba sus días revoloteando entre las flores y alegrando a los niños que jugaban en el parque. Un día, mientras Luna volaba de flor en flor, escuchó unos sollozos cerca de ella. Al acercarse, descubrió a dos niños tristes sentados en un banco.
Eran Tomás y Sofía, dos amigos inseparables que habían tenido una pelea.
Luna se posó sobre la nariz de Tomás y le dijo: "¿Qué pasa amigo? ¿Por qué estás tan triste?"Tomás levantó la cabeza para ver quién le había hablado y al ver a Luna sobre su nariz se sorprendió muchísimo. "¡Una mariposa me está hablando!", exclamó asombrado. "¡Sí! Soy Luna, la mariposa del parque", respondió ella con una sonrisa amigable. "Pero no te distraigas de mi pregunta ¿Por qué estás triste?".
Tomás explicó lo que había pasado con Sofía y cómo se habían peleado por un juguete. Luna les propuso entonces hacer algo divertido juntos para olvidar la pelea y ser felices otra vez.
Así fue como los tres decidieron jugar al escondite en el parque. Mientras corrían por los árboles buscándose unos a otros, encontraron una flor muy especial: era grande y colorida como ninguna otra que hubieran visto antes.
Entonces Sofía dijo emocionada: "- ¡Miren esa flor! Es tan hermosa, me encantaría tenerla en mi jardín!". Pero Tomás se opuso: "- ¡No podemos llevárnosla! Es parte del parque y debemos cuidarla".
Luna intervino para ayudar a resolver la situación: "- ¿Qué tal si buscamos una semilla de esta flor y la plantamos en casa? Así podremos tener una igual sin dañar el parque". Los niños aceptaron la idea con entusiasmo y todos juntos buscaron una semilla de la flor.
Luego, cada uno se fue a su casa para plantarla en su jardín. Con el tiempo, esa pequeña semilla creció hasta convertirse en una hermosa flor como la del parque.
Y cada vez que los niños veían esa flor recordaban aquel día en el que Luna les enseñó a ser felices y respetuosos con la naturaleza. Desde entonces, Tomás y Sofía nunca volvieron a pelear por cosas sin importancia.
Aprendieron que lo importante era pasar tiempo juntos, jugar y disfrutar de las cosas simples de la vida como una mariposa amiga o una hermosa flor en un día soleado.
FIN.