Luna, las Flores y los Perros



Había una vez, en un pequeño pueblo, una niña llamada Luna. A Luna le encantaban las flores, de todos los colores y formas, y pasaba horas en el jardín de su abuela, rodeada de rosas, girasoles y margaritas. También le gustaban mucho los perros; cada vez que veía uno, su corazón se llenaba de alegría.

Un día, mientras jugaba con su perro, un adorable cocker spaniel llamado Toby, Luna tuvo una idea:

"¡Toby! ¿Qué te parece si hacemos un jardín de flores para todos los perros del barrio?" -dijo emocionada.

Toby movió su cola como si estuviera de acuerdo. Entonces, Luna decidió que quería que todos los perros tuvieran un lugar especial donde jugar y disfrutar de las flores. Así que, con una pala y algunas semillas, comenzó su aventura.

Primero, Luna fue casa por casa invitando a sus amigos y a sus perritos. Todos estaban muy entusiasmados:

"¡Vamos, vamos! ¡Ayudemos a Luna!" -gritó Juan, que tenía un juguetón beagle.

"Yo traigo mis semillas de girasol!" -respondió Sofía, que siempre llevaba a su perro de la raza dálmata.

Con el apoyo de sus amigos, Luna y Toby encontraron un terreno vacío en el parque. Era un lugar perfectísimo para su proyecto. Todos comenzaron a trabajar duro, cavando la tierra y plantando semillas.

"Esto va a ser genial, esperen a ver cuántas flores van a brotar" -dijo Luna mientras sembraba con cuidado.

Pasaron los días y todos los niños cuidaban las plantas, regaban y alegres jugaban con sus perros. Pero un día se dieron cuenta de algo preocupante. Las flores no crecían como esperaban. Luna estaba triste:

"¿Por qué no crecen nuestras flores, Toby?" -dijo mirando al cielo.

De repente, un anciano que pasaba por ahí, los vio y se acercó para preguntar:

"¿Qué les pasa, niños?"

"Queremos un jardín para nuestros perros, pero las flores no crecen" -contestó Luna con un suspiro.

"Quizás necesiten un poco de abono y más cuidado. Los perros también pueden ayudar. Menciónenles que no pisen las plantas." -recomendó el anciano.

Luna reflexionó sobre sus palabras. Entonces tuvo otra idea:

"¡Vamos a enseñarles a nuestros perros a no pisar las flores!" -exclamó entusiasmada.

Junto a sus amigos, Luna organizó un pequeño taller en el parque:

"Hoy vamos a mostrarle a Toby y a todos los perros cómo cuidar nuestro jardín. Al que no pise las flores, le daré una galletita especial!" -explicó ella con una sonrisa.

Tras una semana de entrenamiento y mucho cariño, los perros aprendieron a jugar en el jardín sin pisar las flores. Luna y sus amigos estaban felices, y las plantas empezaron a florecer hermosamente.

Finalmente llegó el día de la inauguración del jardín. Todos trajeron algo del hogar; galletitas para los perros, pancitos para los niños y tuvieron una fiesta al aire libre.

"¡Miren cuántas flores y qué bien que se ven!" -gritó Sofía mirando orgullosa el trabajo en conjunto.

"¡Sí! ¡Esto es más que un jardín! ¡Es nuestro lugar especial donde podemos ser felices juntos!" -respondió Luna llena de alegría.

Desde ese día, el parque se convirtió en un lugar mágico donde los niños y sus perros jugaban entre las flores, recordando siempre la importancia de cuidar la naturaleza y trabajar en equipo. Luna descubrió que cuando uno tiene un sueño, siempre vale la pena luchar por él, pero puede que necesite ayuda de los amigos.

Así, con su jardín floreciente y un lazo más fuerte con su comunidad, cada vez que miraba las flores moviéndose al viento, sabía que habían creado algo hermoso y que el amor y el cuidado son las mejores semillas para hacer crecer un mundo mejor. Y Toby, con su cola moviéndose, siempre a su lado, lo hacía todo aún más especial.

FIN.

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