Luna Mariposa y el Bosque de Colores
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cantarines, vivía una niña de cuatro años llamada Luna. Luna era una niña muy curiosa, con grandes ojos que brillaban como estrellas y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor. Su mayor deseo era conocer el mundo más allá de su jardín, donde pasaba horas jugando entre flores de mil colores.
Un soleado día, mientras recolectaba flores, Luna se encontró con una mariposa que deslumbraba con sus alas multicolores.
"¡Hola, pequeña mariposa! ¿De dónde venís?" - preguntó Luna, emocionada.
"Soy Milo, la mariposa viajera. Vengo de un bosque mágico donde los colores nunca se apagan" - respondió la mariposa, revoloteando con alegría.
Luna se sorprendió. "¿Un bosque mágico? ¡Quiero conocerlo!"
Milo, con una sonrisa, le dijo:
"Pero antes de ir, tenés que prometerme algo: no temas a lo desconocido y mantén tu corazón abierto."
Sin pensarlo dos veces, Luna asintió y se abrazó a Milo. En un parpadeo, se encontraron en el bosque mágico. Las hojas brillaban como esmeraldas y el aire estaba lleno de melodías dulces.
"¡Este lugar es increíble!" - exclamó Luna, mirando todo a su alrededor.
Milo le mostró diferentes rincones del bosque, donde había flores que cantaban y ríos que danzaban. Pero al desviarse un poco, se dieron cuenta de que habían dejado el camino seguro y ahora estaban frente a un lago oscuro y misterioso.
"Milo, tengo miedo…" - dijo Luna, sintiendo un escalofrío en la espalda.
"A veces, lo desconocido puede dar miedo, pero no debemos dejar que eso nos frene. Te prometí que mantendrías tu corazón abierto, ¿verdad?" - le recordó Milo.
Con un profundo suspiro, Luna decidió enfrentar su miedo. Juntas, observaron cómo el lago, a medida que se acercaban, comenzaba a cambiar de color, volviéndose azul claro y lleno de luz.
"¡Increíble!" - gritaron al unísono cuando vieron a los peces jugar y saltar sobre la superficie.
"¿Ves? A veces el miedo solo es una sombra que se disipa con la luz de la curiosidad" - le dijo Milo.
Siguieron explorando, pero pronto llegaron a un claro donde se encontraron con un tenebroso árbol que no dejaba que los rayos del sol entraran. Era un árbol triste que se había olvidado de los colores.
"¿Por qué no brillás, árbol?" - preguntó Luna con ternura.
"Perdí la esperanza de volver a ver los colores de mi juventud. Ya nadie viene aquí" - respondió el árbol con voz apagada.
Milo se posó en el tronco y dijo:
"Luna, creo que este árbol necesita ayuda. Podríamos decorarlo con flores y contarle historias alegres."
Luna pensó un momento y dijo:
"¡Sí! Si todos traemos un poco de color, tal vez el árbol vuelva a brillar."
Así que, con la ayuda de Milo, reunieron flores del bosque, decoraron el árbol y empezaron a contarle las aventuras que habían vivido. Con cada historia, el árbol empezó a sonreír y poco a poco sus ramas comenzaron a florecer.
"¡Mirá!" - gritó Luna emocionada "¡Se están llenando de colores!"
El árbol comenzó a recuperar su brillo, llenándose de rojos, amarillos y verdes. Con cada palabra, las hojas danzaban y el aire se llenaba de risas.
"Gracias, pequeñas, por recordarme lo hermoso que es vivir y compartir" - dijo el árbol con voz alegre.
Finalmente, el bosque estuvo lleno de luz nuevamente. Luna se despidió del árbol y de Milo, sintiéndose feliz por haber ayudado.
"Nunca olvidaré esta aventura. Prometo siempre enfrentar mis miedos y ayudar a los demás" - dijo Luna mientras Milo la abrazaba.
Al regresar a su hogar, Luna miró a su jardín y, con una inmensa sonrisa, continuó jugando y explorando su mundo, siempre lista para la próxima aventura.
Y así, Luna Mariposa y Milo se convirtieron en las mejores amigas, llevando colores y alegría adonde quiera que fueran, recordando que el amor y la amistad son la verdadera magia que ilumina incluso los lugares más oscuros.
FIN.