Luna, the Guardian of Dreams
Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Mateo siempre había sido un niño valiente y curioso, pero tenía problemas para conciliar el sueño por las noches.
Siempre se despertaba asustado al ver sombras extrañas en su habitación. Una noche, mientras dormía plácidamente, Mateo sintió una presencia extraña a su lado. Abrió los ojos y vio una sombra oscura moviéndose sigilosamente por la habitación.
Aunque estaba asustado, decidió hacer algo diferente esta vez. "¿Quién eres?", preguntó Mateo en voz baja pero firme. La sombra se detuvo y pareció sorprendida de que Mateo pudiera verla.
Lentamente, tomó forma humana y se convirtió en una figura amigable con ojos brillantes y sonrisa cálida. "Soy Luna, la guardiana de los sueños", respondió la sombra con dulzura. Mateo quedó impresionado al descubrir que la sombra no era algo malvado, sino alguien que velaba por sus sueños.
Decidió tomar coraje y enfrentar sus miedos. "Luna, ¿puedes ayudarme a dormir tranquilo? Siempre me despierto asustado cuando veo sombras", le explicó el niño. Luna asintió comprensivamente y juntos comenzaron a buscar soluciones para el problema de Mateo.
Primero revisaron la habitación para asegurarse de que no hubiera nada espeluznante escondido en los rincones oscuros. Luego encendieron una luz tenue para disipar las sombras y hacer que el ambiente fuera más acogedor.
"Ahora, Mateo, vamos a imaginar juntos un lugar tranquilo y seguro donde puedas dormir plácidamente", sugirió Luna. El niño cerró los ojos e imaginó un hermoso campo lleno de flores y animales juguetones. Poco a poco, se sintió envuelto por una sensación de calma y serenidad.
Finalmente, abrió los ojos y sonrió ampliamente. "¡Funcionó! Me siento mucho mejor ahora", exclamó Mateo emocionado. Agradecido por la ayuda de Luna, Mateo decidió invitarla a pasar la noche en su habitación.
La sombra aceptó encantada y ambos se acurrucaron en la cama para descansar juntos. Luna emitió una luz suave que iluminaba la habitación sin asustar a Mateo. Con el paso del tiempo, Mateo aprendió a controlar sus miedos nocturnos gracias a la valiosa amistad con Luna.
Juntos exploraban nuevos mundos en sus sueños e incluso ayudaban a otros niños que también tenían problemas para dormir tranquilos. La presencia de Luna se convirtió en un recordatorio constante de que siempre hay soluciones para enfrentar nuestros temores.
Y así fue cómo Mateo descubrió que no todas las sombras son malas; algunas pueden convertirse en amigos leales dispuestos a ayudarnos cuando más lo necesitamos.
Desde aquel día, nunca volvió a tener miedo de las sombras porque sabía que tenía una guardiana especial velando por él cada noche: su querida amiga Luna.
FIN.