Luna y el corazón verdadero



En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cantores, vivía una niña llamada Luna, conocida por su curiosidad y amabilidad. Siempre le preguntaba a su abuela sobre el mundo y sus misterios.

Una tarde, mientras jugaba en el jardín, Luna escuchó un suave susurro que provenía de un arbusto. Al acercarse, vio un pequeño zorro con un pelaje brillante y ojos astutos.

"Hola, pequeña, soy Zafiro, el zorro. He venido a ofrecerte un juego único", dijo el zorro, moviendo la cola con picardía.

"¿Qué tipo de juego?", inquirió Luna, inclinando la cabeza con interés.

"Te llevaré a un lugar mágico, donde podrás encontrar lo que realmente deseas, pero tienes que seguirme sin preguntar", advirtió Zafiro.

Intrigada y emocionada, Luna decidió seguir al zorro. Pronto llegaron a un claro escondido, donde había una brillante piedra que parecía latir como un corazón.

"Aquí está tu verdadero corazón, Luna. Tócala y descubrirás tus deseos más profundos", dijo Zafiro con una sonrisa engañosa.

Luna se acercó a la piedra, pero en ese momento, recordó las enseñanzas de su abuela.

"Espera un momento, Zafiro. Mi abuela siempre me decía que no todo lo que brilla es oro. Tal vez esto no sea lo que parece", reflexionó Luna, con dudas en su mirada.

Zafiro frunció el ceño, "Pero todos los demás niños han tocado la piedra y han encontrado su verdadero deseo. ¿No quieres ser como ellos?"

Luna sintió una punzada en su corazón. Sabía que su abuela siempre había alentado a escuchar su intuición.

"Es cierto que todos pueden tener deseos, pero también tengo que ser cuidadosa. Voy a volver a casa con mi abuela para hablar sobre esto", respondió Luna decidida.

Zafiro, irritado, intentó convencerla, "Pero, ¿y si tu abuela no entiende tus deseos? ¡Mis deseos son mucho más divertidos!"

"Puedo hablar con mi abuela y buscar la verdad, eso es mucho más importante que seguir un juego", afirmó ella con firmeza.

Regresó corriendo a casa, ansiosa por contarle a su abuela sobre su aventura. La abuela la recibió con un abrazo cálido.

"Abuela, conocí a un zorro que decía que podía mostrarme mi verdadero corazón, pero no me sentí bien al respecto", comenzó Luna, con los ojos brillantes.

"Querida mía, a veces las cosas que parecen mágicas pueden ser solo ilusiones. La verdad siempre está en nuestro corazón. Lo más importante es que aprendas a confiar en ti misma", respondió la abuela con una sonrisa sabia.

Luna sintió un gran alivio. Las palabras de su abuela eran como un cálido abrigo que la protegía de la confusión que había sentido.

Al día siguiente, Luna decidió regresar al claro, pero esta vez, en lugar de buscar la piedra mágica, quería encontrar a Zafiro y hablar con él.

"Zafiro, no tengo miedo de ti. Solo quería comprender por qué intentabas engañarme", le dijo mientras lo buscaba.

"Yo... solo quería que jugaras conmigo. A veces, las mentiras parecen más divertidas. Pero tú eres diferente, Luna", confesó el zorro, mirando hacia abajo.

"Las mentiras pueden parecer emocionantes, pero nunca te traen felicidad verdadera. La amistad y la sinceridad son los mejores juegos. ¿Por qué no juegas con nosotros de esa manera?", invitó Luna con amabilidad.

Zafiro miró a Luna. Sus ojos comenzaban a brillar con comprensión.

"¿Puedo unirme a ustedes y ser honesto?", preguntó con timidez.

"Claro, todos merecemos una segunda oportunidad. Ven y hagamos algo divertido juntos", dijo Luna con una gran sonrisa.

A partir de ese día, Zafiro se convirtió en parte de su grupo de amigos. Aunque en ocasiones cometía errores, siempre aprendía de ellos y entendía la importancia de la honestidad.

Así, Luna, su abuela y Zafiro compartieron risas y aventuras. Por encima de todo, Luna aprendió que su verdadero corazón brillaba más que cualquier piedra mágica cuando estaba rodeada de amor y sinceridad.

FIN.

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