Luna y el Jardín de los Sueños



Había una vez una niña llamada Luna. Ella vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Era una niña curiosa, siempre llena de preguntas y ansias por descubrir lo que había más allá de su hogar. Su mayor sueño era encontrar un lugar mágico donde todo lo que imaginara pudiera hacerse realidad.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Luna se topó con un sendero cubierto de flores brillantes. "¿A dónde llevará este camino?"- se preguntó. Sin pensarlo, decidió seguirlo. Cada paso que daba parecía llevarla a un mundo nuevo y sorprendente.

De repente, se encontró frente a un enorme jardín lleno de flores de todos los colores y formas. En el centro del jardín, había un árbol gigantesco con hojas doradas. "¡Hola!"- gritó Luna, emocionada.

De pronto, una pequeña hada apareció: "¡Hola! Soy Lila, la guardiana de este jardín. Este es el Jardín de los Sueños. Aquí, tus sueños pueden hacerse realidad, pero debes cuidar de él y aprender la importancia de la amistad y la empatía"-.

Intrigada, Luna preguntó: "¿Cómo puedo ayudar?"-

Lila le explicó que a veces, los sueños de los niños se perdían porque dejaban de creer en ellos. "Tu misión será ayudar a otras niñas y niños a encontrar sus sueños y hacerlos florecer. Pero deberás enfrentarte a algunos retos"-.

Luna aceptó con entusiasmo. En su primer día como guardiana, conoció a un niño llamado Tomás, que se sentía triste porque había perdido su confianza para dibujar.

"¿Por qué no dibujas más, Tomás?"- preguntó Luna.

"Porque no creo que sea bueno..."- respondió él con tristeza.

"Eso no es cierto. Todos tenemos talento y sólo necesitamos creer en nosotros mismos. Ven, te invito a que dibujemos juntos"-.

Tomás, aunque dudoso, decidió intentarlo. Con el tiempo, recuperó su confianza y llenó el jardín de dibujos coloridos. La obra de Tomás y su amistad con Luna hicieron florecer nuevas plantas en el jardín.

Poco después, Luna se encontró con una niña llamada Valentina. "Quiero bailar, pero tengo miedo de mostrarme"- dijo Valentina, con la cabeza gacha.

Luna la animó: "La felicidad se comparte cuando la dejas brillar. Vamos a bailar juntas y mostraremos lo divertido que es!"-

Así lo hicieron, y juntas deslumbraron a las flores del jardín, que comenzaron a mover sus pétalos al ritmo de su danza. Valentina también se sintió más segura y comenzó a enseñar a otros a bailar.

Sin embargo, un día, el jardín empezó a marchitarse. "¿¡Qué está pasando! ?"- exclamó Luna angustiada. Lila apareció de nuevo: "Las flores han dejado de soñar. Todos deben recordar lo importante que es creer en sus propias habilidades. Deben compartirlo entre ellos, o el jardín se perderá"-.

Determinada a restaurar la magia del lugar, Luna reunió a todos los niños del pueblo. "¡Chicos, necesitamos recordar nuestros sueños! Cada uno de ustedes tiene algo especial que ofrecer.¿Qué les gustaría lograr?"-.

Los niños comenzaron a compartir sus sueños en voz alta, uno por uno. Uno quería ser astronauta, otro quería ser escritor, otro soñaba con ser músico. Al compartir sus aspiraciones, las flores comenzaron a recuperar su color y frescura, llenando el jardín de vida otra vez.

Finalmente, Lila sonrió: "Lo han logrado. Al compartir y apoyarse, han hecho florecer su propio jardín de sueños y han aprendido a nunca dejar de creer entre ustedes"-.

A partir de ese día, el Jardín de los Sueños se volvió un símbolo de amistad y creatividad en el pueblo. Luna, Tomás, Valentina y todos los niños prometieron cuidar de sus sueños y apoyarse mutuamente, para que sus corazones siempre fueran tan radiantes como las flores del jardín.

FIN.

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